Con las ondas en la masa
Capítulo 5. Javier Díez Ena
Yo empecé tocando la guitarra eléctrica a principios de los 90, años 90/91; una etapa en la que yo estaba muy inmerso en el punk y el hard rock. Lógicamente, luego ya empiezo a oír muchos más estilos de música. Fue fundamental el descubrimiento de John Zorn, con su proyecto Naked City. Luego ya empecé con el contrabajo, pero en un entorno más jazzístico; empiezo a estudiar jazz. Lo que pasa es que paralelamente a esa subcultura del rockabilly, garaje... me llevó también al psychobilly. Era un gran amante de los Cramps, Meteors...
También en los 90 empecé a interesarme por la electrónica, lógicamente como casi todo el mundo que descubrimos la electrónica en los 90.
Kid Koala, por ejemplo, es una gran influencia. Koala es casi un improvisador de jazz. Coge un disco, un blus con un tío tocando la trompeta, como en el Basin Street Blues. Esto a mi me influyó como thereminista. Dije: lo que hace este tío con algo grabado, quiero hacerlo yo con mi theremin a mi manera.
Pasé toda la noche en vela mirando la tele, que estaba apagada, me veía el reflejo y me veía tocando en el aire y me decía esto es de locos, pero es que me encanta eso de mover las manos en el aire y hacer melodías. Es que es magia. Por mucho que te lo expliquen no te puedes creer que moviendo las manos en el aire generes melodías. Es alucinante que eso —como bien dices— casi cien años después creo que no ha sido superada su capacidad de seducción como instrumento icónico.
— El hecho de que no uses ningún tipo de corrección en posproducción y que además hagas todos los elementos de las canciones solo con theremín le da un punto un poco de fanfarria, muy garaje.
Con el theremín, todo lo que he grabado quería llevarlo al directo. Entonces, no podía engañarme a mí mismo ni a nadie. No podía hacer un plis/corre y hacerlo todo perfecto, y luego que en directo fuera un desastre. De ahí surge, un poco, el grabarlo todo en bruto. Entonces, todo está hecho tal cual, no hay truco, de ahí ese aspecto un poco garajero. La gente que veo que le gusta esto veo que tiene el oído muy curtido.
— Tu disco está más cerca de unos Cramps que de Clara Rockmore.
Exacto, para mí era llevar el theremín a un mundo como el de los Cramps.
Mi acercamiento a la exótica me viene más por una época en la que empiezo a descubrir a los auténticos talentos de gente que tiene a la vez, por un lado, una gran preparación musical y a la vez una apertura de orejas —¡vamos! abracadabrante—. Pues, por ejemplo, Raymond Scott para mí es alguien fundamental. Primero descubrí su labor con el quinteto de jazz, y luego le descubrí en toda su dimensión como pionero de la electrónica. Entonces, eso me llevó a descubrir a toda esta gente.
— Si te fijas, casi todos tenían formación clásica, pero pocas veces se hace referencia al alto grado de experimentalidad que tenía su música.
La exótica se ha malinterpretado al considerarla música de cóctel, música de ambiente. No le han dado una interpretación teórica que pudiera servir para funcionar en ámbitos más artísticos, pero yo creo que la hay. A lo mejor lo estamos haciendo nosotros al interpretarlo así. Pero, yo veo una relación muy claramente la exótica y cierta música electrónica, incluso de los 90.
Por ejemplo, Boards of Canada a ti te sorprendían con esos timbres, y dices... suena precioso y a la vez suena raro.
Tú ves las fotos de Martin Denny de la época y ves trozos de un gamelán, tablas indias, vibráfonos, un tío con un piano, el otro con reclamos de pájaros. Es una cosa que a priori parece de locos. Y, los timbres, a priori, no tendrían por qué funcionar pero funcionan, o nuestro cerebro hace que funcionen. Pero a mí, la exótica me aparece un acto mágico.