Con las ondas en la masa
Capítulo 4. Sr Anido
— Y, ¿esto?
Esto puede interpretarse como un idioma en la conciencia colectiva. Se puede interpretar como el idioma que hablaban antiguamente en mi país antes de la llegada de los romanos. Y, eso, claro, también produce una distorsión brutal que es muy necesaria en la música improvisada y en la música no improvisada; la música estructurada.
— En ese sentido, ¿qué ventajas dirías que tiene usar este idioma?
De cara a la improvisación es perfecto porque no necesitas ninguna pauta. Los improvisadores, ¿no dicen que no quieren pautas? Pues, ahí está. No sé a qué están. Tendrían que plantearse utilizar idiomas inventados.
— Háblame del bombo, de este que suena todo el rato.
El bombo que se escucha todo el trato pretende que la música esté viva, entonces qué mejor manera que imitar los latidos del corazón para que esta música esté viva. Por suerte o por desgracia, en toda la historia de este proyecto de Sr Anido siempre simplifiqué al máximo todo lo que pude, y eso es lo que hay.
— Es uno de los principios de la baja fidelidad, incluso cuando es involuntaria.
La baja fidelidad empezó siendo una situación. Efectivamente, es algo con lo que yo empecé, y para mí la música, en parte, es artesanía. Entonces, yo tengo unos instrumentos de artesanía como un ebanista o cualquier otro que empezó de joven trabajando con esos instrumentos primitivos, y sabe que hay avances pero no quiere pasarse a esos avances. Sigue con esos instrumentos, como era en su caso el cuatro pistas que yo utilizaba y nunca me dio por pasarme a un ordenador.
— ¿Puede ser que pasemos de la necesidad de usar este tipo de aparatos a la querencia por su sonido y por el tipo de proceso que conlleva trabajar con ellos?
Por supuesto, totalmente, porque t ú te quedas con esas herramientas y continúas con ellas durante muchos años. Mientras el cuatro pistas funcionó, ya existiendo la posibilidad de grabar de otra manera, pues siempre lo seguía utilizando. Yo vivo mi propio espacio, sé cuál es, después de años de supervivencia, y ahí continúo. Me voy a mover algo, lógicamente, no voy a quedarme en la cueva, pero —bueno— de la cueva no creo que llegue llegue al chalet. No voy a conseguir eso. No voy a saber lo que es un jacuzzi. Voy a estar entre la cueva y la chabola, de ahí no creo que me mueva.
Hay un tío allí, que va al Club del mar, que es un fenómeno, que yo creo que es algún cargo de la Policía Municipal, pero, bueno, es un fenómeno. Creo que tiene sus sesenta y pico años. Es un gaitero que está tocando en su coche. Se pone a tocar la gaita dentro del coche con la ventanilla abierta. Al mismo tiempo, si vas a correr por la Torre de Hércules, alrededor te encuentras peña tocando la gaita hacia el mar, tocando hacia la inmensidad.
O sea, la música cuándo apareció aquí en el planeta Tierra, pues era que la gente quería conectarse con algo más allá de lo terrenal, de lo que de lo sensible, o sea se quería conectar con algo más allá de lo sensible y yo creo que es que yo por lo menos sigo que no se concepto de la música que es una posibilidad de conectarse con algo que nos supere, queremos conectarnos con algo que nos supere.
— ¿Por qué te gusta tanto la reverberación?
La reverberación es un efecto fantasmagórico. Una voz seca no produce el mismo efecto que una voz con reverbs o con delays. Es un efecto fantasmagórico —¿no? —, pues eso, todo lo que nos lleve más allá de la realidad...
— Es decir, que, según tú, la reverberación nos permite ir más allá de la realidad.
Yo creo que sí. La reverberación nos permite ir más allá de la realidad.