Hola, soy Magz Hall, me dedico al arte sonoro y radiofónico. Llevo 25 años trabajando y en los últimos 20, me he centrado en la radio. Empecé a interesarme por el arte radiofónico en 1997, cuando me involucré en la primera RSL, una emisora de licencia restringida que retransmitió durante un mes en Londres, en el Southbank, como parte del festival Meltdown.
Esa fue la primera representación de una emisora llamada Resonance FM, que sería la primera emisora de radio experimental en el Reino Unido.
Y fue ahí, en esa emisora, donde pude escuchar la enorme variedad de arte radiofónico de todo el mundo. Me entusiasmó especialmente la obra de Gregory Whitehead, por la manera en la que jugaba con la radio y la utilizaba como una especie de dramaturgia para hablar de su relación industrial con una especie de maquinaria de guerra y una especie de control estatal también.
Fue muy interesante poder tener esa experiencia práctica de emitir en Londres y pensar en una manera alternativa de presentar las obras en la radio.
Alrededor de 2002, fundé Radio Arts, sobre todo para ayudar a financiar el programa de radio que estaba haciendo, que era un programa de arte musical más convencional.
Pero mi idea también era conseguir financiación para poder encargar piezas de arte radiofónico, porque en ese momento, como la mayoría de la gente sabe, la radio comunitaria era una manera voluntaria de salir en antena, no se pagaba a nadie. A mí me parecía un verdadero problema que no se pudiera encargar a los artistas piezas de arte radiofónico, así que llevé a cabo un proyecto llamado Dreamland, que permitió a unos 15 artistas salir en antena en 13 emisoras diferentes. Fueron mis primeras incursiones en el arte radiofónico. También se hicieron varios especiales en Resonance inclinados hacia el arte radiofónico.
En 2003, hice un máster en producción y gestión radiofónica y ahí decidí que quería profundizar aún más en el lado experimental. Me ofrecieron la oportunidad de hacer un doctorado, una práctica basada en arte radiofónico, y me pareció una forma fantástica de retomar la práctica del arte sonoro, que llevo ejerciendo desde 1998, y que hasta ese momento había consistido en una mezcla de obras de arte radiofónico y sonoro. Pero yo quería analizar 100 años de arte radiofónico e incorporarlo a mi propio trabajo.
Y eso es exactamente lo que hice. Llevé a cabo un proyecto llamado Switch Off, en el que analizaba los posibles futuros de la radio FM, reflexionando sobre quién ocuparía las ondas, qué habría si la FM dejase de utilizarse para la comunidad comercial o para cualquier tipo de radio estatal. Me divertí mucho, había muchos tipos diferentes de emisoras. Creo que fueron unas diez emisoras diferentes las que se representaron en forma de instalaciones, acciones, intervenciones...
Una de las primeras fue una emisora llamada Numbers, que era un homenaje a las estaciones numéricas, que también encriptaba tuits del movimiento Occupy con números, porque una de las cosas que me interesaban destacar era que esto, en gran medida, estaba diciendo: sí, internet ya no es un lugar para comunicarse.
Y la verdad es que la única manera que tiene la gente de mantener cualquier tipo de conversación privada es cifrarla. Era como imaginar que en el futuro se pudiese volver al tipo de emisoras de números de la Guerra Fría, donde la gente iría a enviar mensajes cifrados a través de la radio esperando que nadie pudiese entenderlos.
La pieza era un minitransmisor envolvente. Tenía seis transmisores y seis voces, y se convirtió en una pieza bastante hádica, porque cada una leía los mensajes en forma de números. Cada radio tenía un transmisor diferente que reproducía las voces y leía los números, lo que le daba un aire muy musical. Yo diría que fue una especie de composición fortuita, quedé muy satisfecha con el resultado.
Otra de las «emisoras de rastreo», como yo las llamaba, era una emisora llamada Radio Mind, que también surgió de mi interés por la radio religiosa. Hay muchas emisoras piratas en Londres que emiten contenido religioso, pero yo vivía al este de Kent, donde no hay emisoras piratas en absoluto y las echaba bastante de menos. Así que pensé que estaría bien imaginar qué tipo de emisoras pirata podría haber allí. Creé una emisora religiosa pirata falsa, una instalación en un viejo puesto de vigilancia, que es como un centro de pescadores junto al mar en Broadstairs, y desde allí hice microtransmisiones. Había muchas radios de aves, de unos 20 pájaros. Eran radios colocadas en las redes de pesca que parecían pájaros y retransmitían, hacían minirradiodifusión y microrradiodifusión de la pieza.
También tenía una radio de 1920, que estaba hecha de una madera muy similar al de las iglesias anglicanas convencionales, con una cruz gigante hecha de válvulas también en el espacio. Era un escenario muy extraño.
Y estudiando la historia de las radios de los años veinte, me entusiasmé con la forma en que Du Vernet, un arzobispo anglicano de Canadá, daba charlas sobre cómo la radio era una forma de telecomunicación y aprovechaba el movimiento espiritista de aquella época, en la que la gente creía que la radio era mágica y una forma de comunicarse con sus seres queridos.
La pieza reflexionaba sobre algunas de estas ideas. También me interesé por David Burliuk, un futurista ucraniano que hablaba sobre el modernismo radiofónico y la idea de que las ondas de radio estaban por todas partes y podían ser una forma de expresión pictórica. Me inspiré en algunos de sus escritos y los interpreté a mi manera, escribiendo mi propio guion en torno a ellos. Me divertí mucho creando Radio Mind, una emisora de radio religiosa falsa, e imaginándola como un futuro posible. Te puedes hacer una idea, cada emisora de radio se basaba en un concepto muy diferente alrededor de los posibles futuros de la radio.
Cuando terminé el doctorado, estuve dirigiendo una serie de talleres de radio, ayudando a otros a hacer radio y probando a construir transmisores. Hice una especie de taller sobre el tema y aprendí mucho. Y como también había estado aprendiendo a hacer radios de trinchera, etc., vi que se podían poner transmisores en tablas y así me di cuenta de que era posible construir un transmisor directamente en un árbol, por ejemplo. De ahí surgió la idea de Tree Radio, que era una emisora pirata viva, una emisora que emitía, que retransmitía los árboles y su reacción a la luz y al agua. Trabajé con Anthony Elliott en el Parque de Esculturas de Yorkshire. Montamos una instalación de Tree Radio que, básicamente, era un árbol retransmitiéndose a sí mismo, lo que le ocurría en tiempo real, en FM, durante un año. Fue muy divertido. Era una microemisión. Después me pidieron que hiciera una obra sobre la muerte regresiva de un fresno, así que hice esporas de transmisión y, de nuevo, puse un transmisor en un árbol afectado por esa enfermedad. Escuché y recorté cómo se transmiten las esporas, que en realidad es bastante parecido a la radio. La pieza era una especie de… Era casi como una miniemisora de números de las esporas que se propagaban desde el propio árbol.
Tenía un doble interés por la tecnología y el arte radiofónico para el medio ambiente, que ha sido un tema clave en mi trabajo, sin duda. He intentado moverme con eso tanto como he podido, por eso mis proyectos actuales tratan sobre la contaminación atmosférica.
Empezó con el proyecto que hice en la Waterman's Art Gallery, en el que analizaba la contaminación atmosférica. En ese caso concreto, me centré en una radio pirata de la zona de Heathrow pensando también en la contaminación atmosférica de los vuelos que sobrevolaban la zona, los vuelos que escuchaba, y el año pasado hice una pieza con Peter Coyte llamada Don't Listen Up. Queríamos documentar la contaminación del aire, el mar y la tierra que nos rodeaba, sobre todo a mí, que vivo junto a un vertedero que expulsa gas metano. Pude grabar sobre el terreno las emisiones de metano. Y también puse escáneres en la instalación que recogían los vuelos que pasaban sobre nosotros en Whitstable.
La región de Kent está en tres o cuatro rutas de vuelo principales, hay mucho tráfico aéreo. Peter tenía un hidrófono y escuchaba la contaminación de aguas residuales que nos ha estado afectando tanto en los últimos años en el Reino Unido. Hay una gran cantidad de aguas residuales en nuestros ríos y mares, lo cual es muy preocupante. Así que como ves, me he interesado bastante por tratar de visibilizar la contaminación invisible a mi alrededor.
Y este verano eso me llevó a los Pirineos para hacer un campamento de radio. Andrew O'Connor, un artista sonoro canadiense que dirige una emisora de radio pirata y un programa, me pidió que le ayudase a codirigir una emisora y a hacer un campamento de una semana, que fue una gran oportunidad para pensar sobre todo esto en un contexto hiperlocal, porque este tipo de contaminación se da donde quiera que vayas, incluso en los Pirineos, que es una parte del mundo preciosa. Allí hay la misma cantidad de microplásticos en el aire que sobre París, lo que es muy, muy chocante. Hice una pieza llamada Long Wave con los participantes, en la que pude hablar sobre nuestro trabajo y el proyecto con el que estoy ahora, y hacer un poco más de difusión en torno a eso, los problemas de contaminación de los Pirineos.
Las piezas que he hecho hace poco van a estar en mi proyecto actual, que se llama Radio Air Garden. Durante muchos años he estado pensando: me gustaría hacer radio, Dios... ¿Pero cómo vamos a hacerlo? Y de repente el año pasado se me ocurrió que quería hablar de la contaminación del aire y empecé a usar plantas que absorben contaminación en este jardín, que además son buenos polinizadores. He estado cultivando algunas de esas plantas este año para ver cuáles tienen mejor aspecto. He estado usando técnicas de electrocultivo, que es una forma de cultivo que surgió hace unos 100 años y se usaba mucho... Se usaba mucho en Francia, pero era algo internacional. La gente utilizaba bobinas, que son como las antenas, para que las cosas crecieran.
Algunas de las estructuras eran muy parecidas a las de la radio y me interesó mucho esta pequeña faceta escultórica, porque quería hacer una pieza que tuviera que ver con la radio, pero me apetecía alejarme un poco de la radio en directo y la electrónica. Me interesaban mucho las cualidades escultóricas de los circuitos de radio, las antenas, etc. De ahí surgieron estos proyectos.
Me puse en contacto con Henry Dagg, un artista sonoro local que también es muy bueno fabricando instrumentos musicales con metal. Me pareció que era una gran idea que participase y ayudase a hacer un prototipo de arpa eólica basada en una antena de electrocultivo de los primeros tiempos, que tenía propiedades para guiar la luz. Y vi que en realidad era bastante adecuada para hacer una antena eólica. Por lo tanto, cuando el viento la tocase, aunque no estuviese enchufada, la velocidad actuaría como una antena o un receptor, casi como una antena aérea, en realidad.
El proyecto en el que estoy trabajando ahora es Radio Air Garden y desde septiembre del año pasado he estado estudiando los cien años de historia del electrocultivo y pensando en las plantas que absorben la contaminación y creando piezas que podrían añadirse al Radio Air Garden. Pero también lo veo como un jardín portátil que se puede llevar a muchos lugares diferentes y se puede utilizar para conversar de alguna manera con otras personas en sesiones radiofónicas improvisadas, además de interpretar piezas y pillar señales radiofónicas.
Espero que el año que viene esté en Bristol una temporada. Si hay alguien escuchando y quiere que monte un jardín radiofónico, que eche un vistazo a mi web, magzhall.com. Ahí están todos los proyectos que he mencionado, incluido Radio Air Garden.
Me han pedido que piense en el futuro de la radio, lo que me parece muy interesante porque, obviamente, toda mi investigación y todo mi trabajo han girado en torno al futuro de la radio. ¿Hacia dónde se dirige? Creo que es un campo de actuación muy abierto. Hemos pasado de aparatos de radio hechos a medida a dispositivos que captan la radio donde y cuando queremos con cualquier medio que necesitemos. Lo tenemos más fácil con la tecnología analógica, que nos permite hacer radios y receptores con una electrónica muy, muy básica. Y creo que, aunque pueda parecer que parte de la generación más joven no se relaciona con la radio, sí que utiliza la tecnología inalámbrica todo el tiempo para ver las cosas que le gustan.
Creo que se ha dicho muchas veces que la radio es un medio muy resiliente y opino que ese es el caso. Y creo que el audio y la radio son bastante únicos. No tengo en mente un gran plan de cómo se va a desarrollar, pero si las cosas van mal, sabemos que en... Ya sabes, en situaciones de guerra, suele ser la tecnología radiofónica la que hace que las cosas sigan funcionando. Siempre va a ser el eje central de las comunicaciones cuando lo digital vaya mal. La gente todavía tiene que confiar en el material analógico, que sigue estando ahí para sacarla de un apuro.
Así que, quién sabe, sería bastante provocativo decir que la radio podría sobrevivir a lo digital, la mayoría de la gente se escandalizaría, creo, pero es una provocación interesante porque existe la posibilidad de que sea así. A mismo tiempo, creo que la radio y el hecho de que seamos capaces de compartir y escuchar la radio de una manera en la que nunca antes habíamos podido, la ha hecho más accesible para más gente.
En cierto modo, la radio, los podcasts y la radio experimental nunca han sido tan abiertos, populares y accesibles. Y creo que hay más audiencia y apetito por la experimentación y las nuevas formas de radio que nunca. Así que, en mi opinión, el futuro es muy brillante. Aunque eso suena como un anuncio, ¿no?
En cualquier caso, sí, estoy deseando explorar más a fondo la radio y el sonido, pero también me interesa esa noción expandida, lo que yo llamo radio expandida, o hasta dónde se puede expandir y hasta dónde se puede llevar la radio, las artes… Eso es algo que también me interesa, algo en lo que también estoy pensando.