Rogelio López Cuenca
Soy Rogelio López Cuenca. Trabajo desde hace unas tres décadas como autor en el ámbito de las prácticas artísticas contemporáneas.
Málaga
Un rasgo característico de gran parte de los trabajos que se muestran en la exposición reside en la particularidad de estar marcados por su situación; por el lugar desde donde se están enunciando.
Por más que a veces se estén tratando asuntos de alcance global; generales, siempre hay unas singularidades y unas especificidades concretas de cada sitio; de cada ciudad.
El caso de Málaga es muy especial. Siempre he pensado que Málaga es una ciudad de avalancha o de aluvión en la que no ha habido una burguesía ilustrada que dé lugar a una segunda generación y cree una cultura propia o distintiva; a diferencia de otras ciudades más conservadoras del entorno, como pueden ser Granada o Córdoba o Sevilla.
Por lo cual, las tendencias de la época se marcan de una manera muy exagerada. Digamos que es una ciudad muy moderna −en el sentido más negativo también de lo moderno−. Es como si se distinguiera por su adanismo; como si todo empezara ahora; como si empezara siempre desde cero.
Por lo tanto, esa desinhibición con la que adopta los modos propios de una época, tanto en términos del sistema económico o del relato cultural que eso conlleva, son muy exagerados; son muy visibles; no tienen por qué renegociar con el pasado, a diferencia de otras ciudades que tienen una cultura más asentada.
Por eso Málaga se presenta como un campo de estudio riquísimo. Vemos como los discursos que emiten las élites para justificar, o incluso podríamos decir directamente para enmascarar la ejecución de sus intereses de clases, cambian como de la noche al día; de un día para otro; cambian directamente; ahora somos equis y mañana somos zeta; y no tenemos que dar ningún tipo de explicación.
Eso, quizás, es lo que convierte a Málaga en un espacio riquísimo a la hora de rastrear esos cambios, tanto políticos como sociales o culturales.
La historia está reconstruida; está como limada para justificar siempre el presente.
Memoria
A mi juicio creo que se comete un error muy común cuando consideramos el papel de los archivos a la hora de recurrir a ellos para intentar entender el pasado. Como si los archivos se hubieran construido de una manera natural. En los archivos es mucho más significativo lo que omiten que lo que incluyen; que lo que representan; aquello a lo que han dado prioridad a la hora de conservarse.
Los asuntos que las élites −que son las que tienen el acceso al hecho de narrar− han omitido; que se han dejado de lado; que se han silenciado, con mucha frecuencia se refugian en lo que podríamos llamar de un modo genérico en la ficción, ya sea en la literatura, ya sea en las canciones, los poemas, en lo relatos orales o hasta en los chistes.
Me parece que el desprecio que hay desde la Academia −o desde las disciplinas académicas− hacia la memoria están como trufadas y cargadas de deseo y de deudas pendientes. En realidad están cubriendo el carácter construido de la ciencia, esa supuesta objetividad que la historia −con mayúsculas− debería tener. Como si la historia con mayúsculas no estuviera construida mayoritariamente por varones, blancos, pertenecientes a las clases altas y educadas, lo cual imprime, efectivamente, una dirección que no es la que nos vamos a encontrar en esos otros documentos, que podemos calificar de artísticos o no propios de la historia.
A mi parecer que es fundamental que le demos el mismo valor a los recuerdos de los individuos o a las producciones culturales populares. Respecto a la época, es mucho más revelador la letra de un carnaval que las portadas de los periódicos.
Cita de audio: Peña Wagneriana. ¡¡¡Ojú qué caló!!! Grabaciones Matasellos (1987)
Hirnos de Andalucía
En el año 86, a partir de aquellas producciones que hacíamos en la época, que eran distribuciones de música experimental que se difundían a través del correo postal, nos propusieron grabar un disco y entrar en el circuito comercial de distribución de radiofonía. Una de esas producciones la firmaba un grupo que se llamaba UHP. El nombre UHP no funcionó como un termino comercial, no les parecería bien y los transformamos en Peña Wagneriana. En 1986 publico el disco titulado Hirnos de Andalucía, haciendo un juego de palabras, como si fuera una errata. Una errata que da lugar a una lectura poética, a la desfamiliarización de una expresión común entre “Himno” e “Hirnos”.
Tuvimos la tentación de entrar en el mundo del rock o de la música más popular; más masiva, y que se pudiera distribuir a través de la radio. También con la ilusión de que eso era un territorio muy fértil para hacer ruido; para intervenir desde el ámbito de la cultura en los debates de la época, más allá de los espacios dedicados a la alta cultura.
Pensemos que a esas alturas no existían los centros de arte contemporáneos o instituciones de ese tipo −que ahora son tan comunes; tan sometidos a la propia lógica del espectáculo−. En esa época, nos pareció −supongo que como también a otros muchos contemporáneos− que el mundo de la música pop era un territorio apropiado para intervenir en esos debates.
Desplazamientos
Los desplazamientos masivos −más o menos forzados− de personas se han convertido en una característica propia del tiempo en el que vivimos. Son una novedad por la violencia con que suceden.
Si pensamos cuando −a mediados de los ochenta− transformamos el himno de Andalucía en Hirnos de Andalucía, en realidad estamos aludiendo al mismo tema, pero no estaba sucediendo de ese modo.
Ese “irse de Andalucía” aludía a las migraciones forzadas por la penuria económica hasta precisamente esa época. También, irónicamente, al deseo de irse de un lugar en el que se estaba construyendo una identidad forzada; en el que se estaba definiendo qué era lo andaluz correcto, en manos de un partido político dominante −que llegará a serlo al largo de décadas−. Y va a crear una homogeneización absoluta en un espacio muy grande en el que hay una gran diversidad de expresiones culturales, etcétera.
Es decir, las migraciones pueden responder a situaciones forzadas por una violencia directa física, pero también por una violencia simbólica que se ejerce en contra del concepto de identidad −entendido como un proceso siempre en construcción−; y que se intenta −digamos− congelar para su explotación política; para su confrontación en términos, si no de nacionalismos, sí de localismos identitarios excluyentes.
No quiero hacer una idealización de las migraciones o de los movimientos de personas, pero a mí me parece que es una característica del género humano. Es completamente absurdo imaginarse que hemos nacido en un sitio y no nos vamos a mover de él. Eso no implica que aceptemos como un destino el éxodo masivo de personas por motivos políticos, económicos o bélicos.
Turistización
A principios del dos mil empecé la construcción de un trabajo −en proceso− que se titula El paraíso es de los extraños. El paraíso es de los extraños está dedicado grosso modo a la construcción del imaginario árabe islámico en occidente. Pero, en ese enunciado hay una interpretación que nos vincularía al fenómeno del movimiento masivo de personas por el planeta.
El paraíso es siempre de los extraños; el paraíso está siempre en otro sitio. El paraíso de los habitantes del sur global se encuentra en el norte; es el paraíso que buscan los migrantes o los refugiados que huyen de los conflictos bélicos.
Pero, para los habitantes del norte el paraíso se encuentra precisamente en el sur. Es el paraíso que buscan −que buscamos− los turistas en ese espacio supuestamente virgen; en un espacio en el que inconscientemente proyectamos la posibilidad de la realización del poder absoluto, porque los demás están sometidos al poder que el turista tiene sobre sus habitantes −sobre su territorio− gracias a esa superioridad económica.
En ese sentido tenemos que entender que esas variaciones, las diferencias que en principio pudiéramos percibir entre el turismo global y los movimientos masivos de emigrantes y refugiados forman parte de un mismo circuito −en direcciones opuestas−. Además, no podríamos entender nunca el uno sin el otro.
El mantenimiento forzado de unas determinadas condiciones económicas que obliga al sometimiento y a la aceptación de las reglas que se impone desde el poder económico; el mantenerte secuestrado −congelado− en una especie de exotización permanente para poder satisfacer las fantasías del turista y viceversa; el mantenimiento de determinadas fronteras que permita la continuidad del saqueo sistemático, que no significa otra cosa que el hiperconsumo de las sociedades occidentales de los recursos que se generan en el sur global.
Cuando alguien plantea si esto tiene solución −la intensificación, la turistización de las ciudades, etcétera− yo siempre sugiero que contemplemos el pasado. El interés fundamental de la élite dominante es el de construir una visión del mundo en un eterno presente, y que no seamos capaces de entender lo que sucede más allá de su supuesta excepcionalidad.
La característica del turismo aplicado a los territorios susceptibles de ello −sean en terreno naturales como en las propias ciudades como objetivo turístico−, tenemos que interpretarlas dentro de la misma lógica extractiva que el capital aplica a los recursos naturales. Igual que se descubre una mina; se explota hasta que deja de ser rentable; y el capital se va a otro sitio y le importa bien poco que es lo que deja detrás.
Cuando me preguntan si creo que esto tendrá fin… El fin lo tendrá en cuanto deje de ser rentable; en cuanto haya territorios más apetecibles donde el capital obtenga más beneficios; y dejará detrás de sí el mismo destrozo y la misma desertización que queda como cuando esquilman la pesca en un territorio o los recursos naturales de determinado territorio.
Tenemos que interpretarlo así. No se nos olvide que lo que está sucediendo es la extensión; el capitalismo neoliberal está extendiendo esa lógica de explotación extractiva a todos los ámbitos de la existencia, incluido a los propios individuos.
El museo
No podríamos imaginar que la deriva del capitalismo neoliberal en la conquista de todo lo conquistable, también aspirará a hacerse con el museo como una maquinaria poderosa en términos de creación de imaginario, pero también como una maquinaria susceptible de ponerse a trabajar en el sentido de producción de beneficio económico.
El progresivo sometimiento de los museos y las instituciones culturales a la lógica neoliberal nos obliga a una defensa −y nunca lo hubiéramos creído−. El museo antiguo de las telarañas −el museo mausoleo que tanto detestaban los vanguardistas− me parece que, en esta situación, el museo más tradicional; el museo en términos más conservadores se ha convertido prácticamente en una barricada de resistencia a esos procesos de hipermodernización, que implica su disolución dentro de la propia lógica del consumo y del espectáculo.
Hay que defender la independencia y la autonomía del museo respecto a esa lógica que aspira a someterlo todo.