El próximo martes, 6 de junio, tendrá lugar una nueva edición del programa Documentos, dedicado a las relaciones entre el arte y la actividad editorial. En esta ocasión se examina una de las facetas menos explorada de la carrera artística de Pablo Picasso: la de poeta, en una actividad llamada Un fandango de lechuzas en la que se debatirán los temas y características de la poesía escrita por el artista malagueño , a la vez que se recitarán sus poemas de la nueva traducción realizada por Jèssica Jaques Pi, seguido de una conversación entre Androula Michael, experta en su obra literaria, y las integrantes de la colectividad ginocéntrica del Doctorado Picasso (Museo Picasso de Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona y Université Jules Verne).
Explorar la producción de Picasso en la poesía —y la dramaturgia— puede modificar lugares comunes en la interpretación de su obra plástica, dado que escribir, dibujar, pintar o esculpir fueron para él actividades híbridas y a veces indiscernibles, aunque la primera no goce del mismo reconocimiento. El creador de Guernica (1937) escribió alrededor de trescientos cincuenta poemas en español y francés. Los más tempranos en ambos idiomas datan de 1935, aunque es probable que escribiera antes y que lo hiciera desde su juventud en español. Las publicaciones de dichos textos en vida son numerosas: Fandango de lechuzas, que aparece junto a los grabados Sueño y mentira de Franco (1937), y los recopilatorios Scritti di Picasso (1935-1947) (1964), Poèmes et lithographies [Poemas y litografías, 1954] o Trozo de piel (1960); también las piezas teatrales Le désir attrapé par la queue [El deseo atrapado por la cola, 1945] y Les quatre petites filles [Las cuatro chiquillas, 1949]. Su pasión por la lectura y escritura poéticas fue tan intensa que llegó a decir: En el fondo, diría que soy un poeta que se ha equivocado de camino.
Otra cualidad de la poesía picassiana es su dimensión políglota. En su época adulta el pintor pensaba, sentía, hablaba y escribía en tres lenguas: el español andaluz materno, el catalán de juventud durante su estancia en Barcelona y, tras instalarse en París, el francés. No es casualidad que entre sus amigos más cercanos estuvieran poetas brillantes como Max Jacob, André Salmon, Guillaume Apollinaire, Jean Cocteau, Gertrude Stein o Paul Éluard. A este carácter políglota, en el que las lenguas se mezclan y resignifican entre sí, Picasso sumó una pulsión iconoclasta porque la poesía servía para evocar aquello que la pintura no podía representar, como en “boca llena de jalea de chinches de sus palabras” (1937), un verso de “Fandango de lechuzas”. También la multiplicidad de la caligrafía y la profusión de signos y figuras geométricas llevan su escritura al umbral entre la imagen y la palabra, propio de una inventiva desbordante.
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