
Rufino Tamayo (Oaxaca, México, 1899 - Ciudad de México, 1991) es uno de los grandes protagonistas del movimiento pictórico mexicano del siglo XX. Trabajador incansable y viajero infatigable, Tamayo recibe el influjo de diversas culturas que trascienden en su pintura y convierten en universal. De este modo, en su labor artística asimila también movimientos como el Impresionismo, Cubismo, Futurismo y la pintura metafísica.
Hijo de padres indígenas zapotecas, Tamayo queda pronto huérfano y se traslada a México, donde comienza su formación artística. El artista pasa épocas plagadas de dificultades que, lejos de desanimarle, le impulsan a perseverar, hasta que en 1921 ingresa como profesor en el Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología. En 1926, tras su primera exposición individual en México, acude a Nueva York donde reside durante dos años en contacto con el ambiente bohemio. Esta ciudad es el lugar al que vuelve posteriormente para vivir durante quince años y consagrarse como artista. Una de sus grandes obras es el mural que realiza en el Smith College titulado La naturaleza y el artista: la obra de arte y el observador (1943), presente en esta exposición en el Centro de Arte Reina Sofía.
Esta es la primera muestra del artista en España y cuenta con ochenta de sus obras más representativas, realizadas de 1928 a 1988 y procedentes de diversos lugares del mundo. Esta exposición antológica permite seguir la evolución de Tamayo desde sus comienzos, cuando su paleta oscura de ritmos ásperos da paso a una serie de animales violentos -en trazo y en color- que expresan su reacción ante los horrores de la Segunda Guerra Mundial, como se aprecia en Niña atacada por un pájaro extraño (1947). A ello le siguen los temas cósmicos en El astrónomo (1954) o en los grandes murales El día y la noche (1954) y Prometeo (1957). La figura humana, el paisaje y la naturaleza muerta son constantes en su producción, dibujados siempre rigurosa y sintéticamente.
Aunque realiza murales, Tamayo elige la pintura de caballete como el medio de expresión más adecuado para un investigador de texturas complejas, sólidas y experimentales. No obstante, los grandes formatos también están presentes en la muestra. Junto a los ya mencionados, se exponen Naturaleza muerta (1954), donde el artista parece recordar las texturas, colores y formas que le marcan en su juventud, cuando trabaja como comerciante de frutas. También destaca Homenaje a la raza india (1952), mural de cinco metros de alto por cuatro de ancho, que refleja la íntima unión con las raíces de su pasado. El interés por las culturas primitivas se materializa también en una colección de piezas de arte prehispánico, que Tamayo dona a su Oaxaca natal y que constituyen el conjunto con el que se forma el Museo de Arte Prehispánico de México.
A finales de 1987, México homenajea a Tamayo con una importante muestra antológica que conmemora sus setenta años de creación, y a la que se une en reconocimiento esta exposición en el Centro de Arte Reina Sofía.
Datos de la exposición
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