En el panorama artístico español de la segunda mitad del siglo XX, Pablo Palazuelo (Madrid, 1915-2007) defiende y practica un arte analítico y por ello representa la voluntad de explorar lo material y simbólico del universo a través del lenguaje geométrico.
En París, donde vive entre 1948 y 1963, entra en contacto con los representantes más destacados del panorama del arte concreto-geométrico, como Ellsworth Kelly y el círculo de artistas de la galería Denise René. Desde entonces concentra sus intereses en el conocimiento de la vanguardia constructivista y los estudios sobre matemática, metafísica, alquimia y la cábala. La síntesis entre construcción y misticismo marca a partir de ese momento todo su trabajo de manera muy significativa.
La presente exposición repasa la trayectoria artística de Palazuelo entre 1948 y 1994 mediante: lienzos, obra sobre papel, libros de artista y esculturas. En ella, se pone de relieve la formulación de un estilo abstracto de base geométrica que, en opinión del crítico de arte Kevin Power, permite comprender su obra como un modelo especulativo del universo. Tras unos ejemplos de pintura constructiva tales como Sobre negro (1948), desarrolla composiciones caracterizadas por la articulación de planos progresivamente más complejos, como Composition abstraite (1950) o Automnes (1952).
Palazuelo retoma un lema del artista Jannis Kounellis: el oficio del artista es ver y la pintura es sólo una técnica. Por ello, su visión de la naturaleza rompe con la mirada tradicional sobre el paisaje y descarta la visión horizontal (empírica) en favor de una vertical y aérea (abstracta), basada en el número, la línea y la energía. Esta actitud se pone de manifiesto en su obra a partir de la segunda mitad de los años cincuenta, al formular su principio constructivo y estético de la “transgeometría”, en la que confluyen geometría y emoción y con la que traduce los ritmos de la materia que forma el universo, como en Psello (1955) o en las series Solitudes (1955-1956).
La idea de ritmo es fundamental en su trabajo, de ahí deriva su consideración de la obra como proceso, al permitir la capacidad de ordenar y transformar. Así, las obras son y se manifiestan en el desarrollo y crecimiento orgánico de sus estructuras formales, que se expanden rítmicamente en el lienzo como en las series Orto y series Smara (1969), o en el espacio como esculturas. Como señala el crítico de arte Fernando Castro Flórez, son los desarrollos tridimensionales de la geometría los que se recogen en el lienzo.
El número y las aguas (1978) representa el giro de Palazuelo hacia la asunción de la grafía como lenguaje esencial. La música acude en series posteriores, no como mera transcripción, sino por su naturaleza numérica y abstracta. En palabras de Power, representa “la manifestación original de la imaginación, de las ideas y de la materia”. Lo mismo ocurre con los conceptos ligados a la práctica alquímica en Sylvarum (1990) o Nigredo (1991), como intento de comprender la vida de la materia.
Datos de la exposición
Salas del Arenal, Sevilla (septiembre - noviembre, 1995); IVAM, Valencia (14 diciembre, 1995 - 18 febrero, 1996)