
Francisco Leiro (Cambados, 1951) pertenece al grupo de artistas del siglo XX que protagonizó un cambio de dirección en el arte español de principios de la década de los ochenta. El clima de euforia que rodeó al nacimiento de la joven democracia española se manifestó en el arte en la forma de una explosión plural que incluía artistas como: Ferrán García Sevilla, Juan Muñoz, Manolo Quejido, Susana Solano, Juan Uslé y Miquel Barceló.
La obra de Leiro apareció en un clima dominado por las ideas de la Transvanguardia italiana y el Neoexpresionismo alemán, aunque existe un conjunto de relaciones mucho más complejo que incluiría el Surrealismo, el Manierismo gallego, la escultura románica, la tradición policromática; así como el impacto del arte popular y de escultores europeos contemporáneos. Su obra temprana mezcla elementos surrealistas a la vez que da muestras de una especie de Arte Pop ligero. En los años ochenta el artista se interesó por la mitología, las tradiciones culturales y los rasgos faciales o psicológicos peculiares de los gallegos para, posteriormente, centrarse en las relaciones entre cuerpo y mobiliario, siempre con su particular mirada mordaz. A pesar de este marco conceptual, Leiro se inspira en las pautas de su vida cotidiana. Explota los gestos físicos de la gente que ve a su alrededor y se rinde a su lacónico sentido del humor, así como a su mirada irónica y a menudo exagerada hasta lo surreal. A finales de los ochenta Leiro se traslada a Nueva York donde reside desde entonces sin renunciar a largos periodos en su estudio de Cambados.
En la obra de Leiro se perciben zonas de preocupación, de registros de atención agudizados y concentrados. Esto le permite ejecutar saltos y crear nuevas tensiones, además de formular dos argumentos distintos al mismo tiempo. En esta exposición en el Palacio de Cristal, Leiro propone criaturas y espacios especialmente atractivos que componen un total de once obras realizadas a lo largo de los últimos diez años. La luz, protagonista de este espacio, explota el marcado contraste cromático de sus esculturas. Son obras en las que predomina el humor y la ironía de marcado sentido surrealista, con las que el autor logra un conjunto en donde se mezcla lo universal con lo territorial. El artista se deleita en asumir riesgos, como lo ha hecho en esta ocasión al enfrentarse a la altura abrumadora del edificio y al utilizar la monumentalidad de sus piezas para desafiar su escala.
Datos de la exposición
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