
Miembro destacado de la denominada diáspora griega, Jannis Kounellis (Atenas, 1936) se considera pintor antes que escultor y afirma que en su condición de hombre de la posguerra ante él hay “un proyecto de reconstrucción: reformar la lengua para poder hablar”. Esta declaración de principios sirve, a su vez, para cuestionar su adscripción histórica al Arte Povera, que tiene origen en su participación en Arte Povera-Im spazio (1967), organizada por Germano Celant y que se considera la exposición fundacional de esta corriente de origen italiano.
Si Kounellis se sirve de objetos (somieres, bombonas de gas y sopletes, mesas, armarios, carbón, café, sacos de arpillera), estos acaban constituyendo un lenguaje objetual con el que configura espacios dramáticos en los que despliega, a través de los pares teatralidad y materialismo (el de los objetos) y estructura y sensibilidad, composiciones en las que los objetos acuden por sus cualidades. Así, al contrario que para los artistas Povera, en Kounellis “la condición composicional prima sobre la independencia objetual”, señala la comisaria de la exposición, Gloria Moure. De esta manera que su trabajo es aprehendido como ejemplo del triunfo de la presentación (entendida la obra como lugar para la alegoría) sobre la representación.
Tras una etapa en la que letras y grafías son los protagonistas de su pintura, a mediados de los sesenta sustituye el lienzo por planchas de acero, habiendo asumido el fin del cuadro como soporte y convertido el espacio sin acotaciones en el límite físico de sus obras. Kounellis estima que esta ruptura -cuya genealogía dice inaugurar Marcel Duchamp y continúa Jackson Pollock- supone un cambio en el orden de las dimensiones físicas: la relación entre el arte y la realidad a través del objeto, en el caso del primero; y la definitiva ruptura con el cuadro de caballete, en el caso del americano. Su instalación en Italia le lleva a reclamar y recuperar para su obra valores de la tradición pictórica, como la antropometría, la perspectiva y un acusado sentido del orden y el equilibrio. Además, la inclusión de lo natural en sus piezas (maderas, carbón, cactus, pájaros) no implica una apelación al ideal, sino revelar la manipulación del hombre.
El proyecto de Kounellis, visto en su conjunto a partir del medio centenar de obras reunidas, se fundamenta en la utilización crítica de materiales y objetos, con los que materializa tensiones extremas, apelando así a la percepción y a la participación del espectador. Estas tensiones surgen del contraste de las cualidades y naturaleza de los materiales (raíles y mantas de fieltro; algodón apresado por placas de hierro), como de la conjunción paradójica de los mismos (balanzas con polvo de café; un armario lleno de lajas de piedras), que en muchos casos, remiten a la retórica del arte conceptual. Ahí subyace el sentido dramático que se le achaca a su trabajo (y que empieza en la ocupación espacial), pues despliega al mismo tiempo lo obvio y lo hermético de la existencia humana.
Datos de la exposición
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