En los primeros años, la pintura de Juan Carlos Savater (San Sebastián, 1953) se encamina hacia una visión romántica y simbólica. Esta búsqueda de lo sublime y trascendente, representado la mayoría de las veces a través del paisaje, se mantiene inmutable en su pintura a lo largo de toda su trayectoria. En 1987 muestra su obra en
La muestra que presenta ahora en la sala de la Abadía de Santo Domingo de Silos está formada por dieciséis óleos realizados expresamente para esta ocasión. Las obras, dotadas de enorme espiritualidad, se ocupan del tema simbólico de la salida del sol que disipa las tinieblas. Son paisajes de una gran abstracción en los que predomina el grafito, el negro y el dorado. Las pinturas están ocupadas por grandes formas semicirculares compuestas por franjas de color atravesadas por líneas de expansión, como halos irradiando desde un centro, que en algunos de ellos permanece oculto.
Las obras sugieren en una primera mirada paisajes cósmicos de mundos oscuros en los que la fuerza poderosa de la luz estuviera a punto de mostrarse. A veces ese centro se insinúa por medio de una imprecisa silueta oscura y en ocasiones estas irradiaciones emergen sobre formas horizontales onduladas que pueden aludir esquemáticamente al mar, al perfil de un macizo montañoso o a los troncos del bosque. Estas formas están compuestas igualmente por un trazado de líneas construido por patronos geométricos. Se observa en ellas una parquedad cromática de grises y negros de grafito, blancos y tierras, para que la mirada no se distraiga en asociaciones metafóricas y utilice estas imágenes como vehículo para otra clase de contemplación y favorezca de este modo la concentración en el reflejo de la luz en el espejo interior.
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