El artista Javier Pérez (Bilbao, 1968), se forma en el País Vasco y en París y comienza sus primeros trabajos en los primeros años noventa, momento en que irrumpe en la escena del arte con un particular giro en las estéticas del cuerpo que se habían dado en aquellos años.
Tanto en sus esculturas como en sus instalaciones, dibujos y vídeos, el artista hace referencia a conceptos como inestabilidad, ambigüedad, fragilidad, transformación o vulnerabilidad. Pérez trata los puntos de encuentro entre lo espiritual y lo carnal, lo puro y lo impuro, la atracción y la repulsión. A través de sutiles mecanismos mentales y sensoriales, se sumerge en las ambivalencias que sustentan el espacio vital humano y hace chocar el lado oscuro e insondable con el lado amable de la visión, en un encuentro con imágenes seductoras y críticas con el mundo de las apariencias en la construcción cultural de los universos personales. La temporalidad y la transformación biológica adquieren en su obra una mirada que desborda la mirada antropocéntrica. Pérez se cuestiona sobre el hombre y sus límites, deseos, frustraciones, ambiciones y sobre lo absurdo de muchos de sus comportamientos.
En esta ocasión la instalación que se expone en el Palacio de Cristal está compuesta por un conjunto de piezas que brotan en el espacio como un organismo vivo y mutante, alimentado por un milenario olivo, símbolo de paz y de vida que muestra sus entrañas teñidas de una savia sanguínea. Con ellas el artista se apropia de la gran bóveda acristalada del Palacio para integrarla en su proyecto, al construir bajo ella un inquietante planetario antropomórfico y mineral que absorbe y refleja la luz y crea cambios continuos en su percepción a modo de metamorfosis constante. Las obras se disponen en movimientos circulares y radiales, movimientos de crecimiento muy habituales en la naturaleza, desde el centro hacia la periferia. De esta manera emerge un universo concéntrico de presencias rojas y metálicas, como un inquietante planetario que absorbe y refleja los haces de luz. El artista traslada los dilemas de la existencia a la propia fisicidad del arte, pues con frecuencia somete los materiales a situaciones de un elevado riesgo técnico, con los que refleja la propia inestabilidad de un mundo que se esfuerza en crear continuos proyectos de perpetuación.
La obra de Pérez ya ha estado presente en el Espacio Uno del Museo en 1998 con la exposición Javier Pérez. Hábitos y en 2001 formó parte del Pabellón de España en la Bienal de Venecia.
Datos de la exposición
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