En 1997, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta una exposición con los collages de Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996), uno de los pintores esenciales para la historia de la Abstracción española y fundador junto a su amigo y pintor Fernando Zóbel y Gustavo Torner, del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca.
Para esta retrospectiva se reúnen un conjunto de más de ciento ochenta obras que repasan la extensa trayectoria del artista desde sus comienzos figurativos hasta sus últimas creaciones. La exposición se inicia con la copia que Rueda realiza en 1941 de Souvenir de Mortefontaine (1864), de Camille Corot. En esta primera etapa abundan los paisajes de volúmenes arquitectónicos, tridimensionalidad que acentúa hasta convertirla en efectiva a lo largo de su producción.
Desde finales de los años cuarenta, Rueda se adentra paulatinamente en la Abstracción, a través de geometrías. Las obras conservan aún referencias claras a sus primeros paisajes, pero presagian la que es su incursión definitiva en las formas puras abstractas, a partir de los años sesenta. La aparición de los monocromos constituye un giro determinante en su carrera artística. Rueda se siente atraído por el espacialismo italiano, que conoce de primera mano en su viaje a Italia en 1960, como representante español en la XXX Bienal de Venecia. Desde entonces, desarrolla una pintura que tiene más relación con los pintores monocromos italianos, franceses, alemanes y estadounidenses que con sus compatriotas dedicados al informalismo. El grupo francés Support-surface o la obra de italianos como Lucio Fontana, resultan una influencia clara para Rueda en esta etapa.
Tras este momento, el pintor comienza a construir sobre el lienzo estructuras que toman como materiales los propios lienzos y bastidores, a los que añade posteriormente el color, formando relieves monocromos. El fondo del cuadro se transforma con el tiempo en un panel de madera, al que Rueda incorpora elementos geométricos en madera pintada. Aunque renuncia a la tela, Rueda conserva el papel y el cartón para realizar la mayor parte de sus collages.
La tridimensionalidad de sus obras aumenta, cuando a finales de los años setenta, el artista incorpora diversos restos de carpintería, que adhiere sin transformar a la superficie de sus obras. Las diferencias en materia, textura o color de estos “materiales humildes” interesan profundamente a Rueda, que comienza a usarlos también en sus esculturas de finales de los setenta. Los materiales varían entre piedras, metal, barro cocido, madera o elementos sintéticos, como se aprecia en las trece esculturas presentes en la exposición.
Al final de su vida, Rueda señala cuatro artistas como influencias patentes en su obra: Kurt Schwitters, Giorgio Morandi, Joaquín Torres García y Paul Klee. En las obras de esta exposición se encuentran homenajes a todos ellos. La muestra concluye con su último trabajo, El gran relieve (1995-1996), realizado con chapas metálicas y piezas industriales, y en el que queda patente el refinado dominio de la espacialidad que alcanza el artista.
Datos de la exposición
Museo Kampa, Praga (7 febrero - 31 marzo, 2002); Szépművészeti Múzeum, Budapest (abril - mayo, 2002)
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