Esta exposición, centrada en la producción artística y literaria que Salvador Dalí (Figueras, España, 1904-1989) realizó entre 1918 y 1930, traza la trayectoria de la configuración del personaje Dalí, desde sus primeros éxitos expositivos en Figueras hasta su inmersión en el surrealismo parisino, con su traslado a París en 1929. Para ello se despliegan todos los factores (artísticos y familiares) que participan en la definición de una personalidad provocadora que encuentra en el Surrealismo el escenario idóneo para la puesta en marcha de su proyecto estético de “anti-arte”. Así pues, esta muestra constituye un contrapunto a la opinión de André Breton quien en la reedición de Le Surréalisme et la peinture (1928/1968), defendía que “cuando Salvador Dalí se introdujo en 1929 en el Surrealismo, su obra pictórica anterior no anunciaba nada rigurosamente personal”.
Las más de doscientas obras (pinturas, dibujos, catálogos de exposiciones, manuscritos, correspondencia y fotografías -material que evidencia la relación con Federico García Lorca, figura clave en su época de Madrid-, así como un fragmentos de Un chien andalou (1929), la película que realiza junto a Luis Buñuel) ilustran el inicio de una carrera marcada por unas fechas claves y la alternancia de escenarios (Madrid y Cadaqués). Si en 1919 la crítica lo define como pintor de bellos trozos de naturaleza, como recuerda el catedrático de Historia del Arte Fèlix Fanés, que encuentra en el impresionismo los temas y una técnica pictórica, su traslado a la capital, en 1922, supone el comienzo de la doble vía estética que caracteriza su trabajo durante esta década, convirtiéndose la Residencia de Estudiantes y la Academia de Bellas Artes de San Fernando en los dos extremos (y ambientes) en los que se polariza su trabajo. Así, paralelamente a la serie Ana María (1923-1925) dedicada a su hermana y ejemplo de un realismo pulcro debido al dominio del dibujo, lleva a cabo las denominadas “pinturas cubistas” en las que, en palabras del poeta y crítico de arte Rafael Santos Torroella, “incluye impregnaciones diversas que van del futurismo al purismo y a los metafísicos italianos en torno a la revista Valori Plastici (1918-1922), pasando muy especialmente por Juan Gris y por derivaciones de los dos primeros, como el vibracionismo de Rafael Barradas y el planismo de Celso Lagar”.
A partir de 1927 la crítica alude negativamente a las dos direcciones en las que Dalí pinta: el academicismo y la extravagancia y la paradoja detonante. El vínculo que establece con Joan Miró, su primer viaje a París en 1926 -en el que conoce a Picasso- y la radicalización de su postura, como revelan sus declaraciones contra las tradiciones culturales y pictóricas catalanas visibles en Manifest Groc (1928), son el preámbulo a su definitivo salto al surrealismo y la superación de la que califica cultura de putrefactos. Enseguida queda definida su iconografía y sus teorías sobre la construcción de imágenes que deriva en su “método paranoico crítico” que se plasma en obras como: Cenicitas, (1928), Rostro de El Gran masturbador (1929), La acomodación de los deseos (1929), Durmiente, caballo, león invisibles (1930).
Datos de la exposición
Hayward Gallery, Londres (5 marzo - 30 mayo, 1994); The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (28 junio - 18 septiembre, 1994); Palau Robert, Barcelona (febrero - abril, 1995)
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