Carl André (Quincy, EE.UU., 1935) es una de las figuras clave del arte Minimal, que se desarrolla a comienzos de los años sesenta en Estados Unidos. El artista logra un estilo propio altamente reconocible, lleva al extremo la literalidad de los materiales en la evolución de su escultura y su obra recoge los principios fundamentales de esta corriente.
Los escritos de Ezra Pound sobre Constantin Brancusi y su amistad con el pintor Frank Stella, marcan los comienzos de Carl André y le descubren un nuevo modo de entender la materia escultórica. En 1956 se traslada a Nueva York donde realiza sus primeras esculturas, pequeños objetos a los que da textura al quemar, raspar y lijar la madera. Durante la primavera de 1959 trabaja maderas más grandes, inspirado por las grandes esculturas y columnas de Brancusi, que le proporcionan un modelo para dejar la madera directamente sin pulir, así como para unir la escultura directamente al suelo. Otra de las experiencias latentes a lo largo de su trayectoria es el impacto de la visita a Stonehenge en su viaje a Europa durante 1954.
La precariedad del oficio de escultor le impide mantenerse económicamente y en 1960 entra a trabajar en la compañía de ferrocarriles de Pennsylvania como guardafrenos. El artista ejerce esta profesión durante cuatro años y, como él mismo reconoce, constituye una de las mayores influencias formativas de su obra, al liberarle de las pretensiones del arte y ponerle en contacto con grandes y pesadas masas de materiales.
En 1971 realiza Element Series, las primeras obras de madurez, que al no estar cortadas ni unidas incorporan dos de los principios de su obra posterior. Robert Morris y Donald Judd, firmes al Minimalismo, proporcionan a André ejemplos de direcciones bajas y horizontales. André comprende la efectividad de extender su obra a lo largo de la tierra, en lugar de levantar grandes verticalidades, lo que permite ganar en estabilidad y superficie.
Esta instalación en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro resume el aprendizaje de Carl André dentro del Minimalismo y la culminación de sus elecciones como artista en cuanto al espacio, la forma, la masa, el número y los materiales.
Con un grosor de medio centímetro y en placas de acero de un metro por un metro construye Roaring Forties una obra que se compone de cinco esculturas dispuestas en el suelo, en las que las placas de metal se agrupan según diferentes medidas.
La primera escultura se compone de 47 placas de metal dispuestas una tras otra. Ello genera un largo camino que recorre el Pabellón de lado a lado e invita a adoptar un punto de vista móvil, que obliga al visitante a bordear o a moverse sobre ella. Reducida a la mitad, la obra de 2 x 23, es una línea de 23 placas compuesta por el ancho de dos placas de metal y situada en relación a la línea anterior. La percepción de las esculturas como camino se pierde a medida que se añade anchura. Así, las piezas de 4 x 12 y de 5 x 9 profundizan en la concepción de masa, más que en la de espacio, hasta llegar a la forma absolutamente cuadrada de la escultura de 7 x 7.
En este caso, las placas de metal son usadas para construir y adentrarse en el espacio. No se trata de esculpir en el sentido de cortar y retirar la materia hasta llegar a la forma, sino de “ocupar” el espacio a través de la masa de la manera más eficaz posible, al reducir al mínimo la cantidad de material y la manipulación, es decir, sin imponer propiedades al material, sino revelando las que ya tiene.
Esta instalación destaca por estar realizada específicamente para el Pabellón de Cristal, con la intención de aprovechar las peculiaridades del espacio expositivo, como ya realiza en 1986 Richard Long en este mismo lugar.