La obra de Adolfo Schlosser (Leitersdorf, Austria, 1939 – Madrid, 2004) adquiere durante el último cuarto del siglo XX una importante trascendencia en el panorama artístico español. Aunque austriaco de nacimiento, Schlosser se afincó en España a mediados de los años sesenta, donde vivió hasta su muerte. Plenamente incorporado a la generación que en esos años marcó un nuevo rumbo a las artes plásticas en España, su contribución al impulso de nuevos planteamientos en el campo de la escultura fue de gran relevancia, lo que le valió el reconocimiento oficial con el Premio Nacional de Artes plásticas en 1991.
Hijo de un ceramista, los primeros años de la trayectoria artística de Schlosser vienen definidos por su formación en pintura en la Escuela de Graz, y en escultura en la Academia de Bellas Artes de Viena. Durante esos años, sus intereses vacilan entre las artes plásticas y la literatura, llegando a producir a lo largo de su vida numerosos textos literarios. A los 19 años emprende viaje a Islandia, donde reside durante cuatro años, en lo que supuso una estancia que le marcará en su posterior evolución artística. Las referencias al universo cultural nórdico y al mundo de la pesca en alta mar aparecen con frecuencia en su obra. En 1966 se instala en España, donde comienza a canalizar todas sus inquietudes hacia la expresión plástica.
Tras unas primeras incursiones en el lenguaje geométrico, Schlosser presenta un vocabulario propio con una honda relación con
En esta exposición se examina la evolución del artista y se presenta su producción escultórica junto a la obra sobre papel, los tapices de la época temprana, las instalaciones y el material fotográfico que recrea alguna de las acciones que protagonizó. Además, la muestra reúne su legado literario, presente a través de una edición con poemas inéditos y de guiones radiofónicos.
Datos de la exposición
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