Acciones. El event en el origen de Fluxus
Encuentro con Eric Andersen
Uno de los ejemplos más carismáticos de este tipo de transformaciones son las fluxolimpiadas, eventos de carácter deportivo que se modificaban volviéndolos completamente irreconocibles: ping-pong con mesas y raquetas modificadas hasta tal punto que devolver la pelota se convertía en un juego malabar, fútbol con cerbatanas y piñatas, bádminton con globos, salto en nieve artificial, carreras dando dos pasos hacia delante y uno hacia detrás o carreras de bicicletas en las que el más lento ganaba, etc.
Eric Andersen (Amberes, 1940) ha estado vinculado a Fluxus desde prácticamente sus orígenes. En 1962, propuso un festival en la Iglesia de Nikolai en Copenhague. Con anterioridad estuvo implicado en la conformación de las redes artístico-poéticas europeas. Su participación en este Festum Fluxorum, como se denominaron las cualidades más festivas y públicas de Fluxus, fue el inicio de una larga colaboración y participación en multitud de eventos fluxus que continúa hasta la actualidad.
Su pertenencia al contexto europeo le permitió realizar viajes esporádicos por el bloque soviético, donde entró en contacto con las redes neovanguardistas del Este que se estaban gestando en ese momento y que en la actualidad están siendo objeto de una intensa recuperación historiográfica. Uno de estos viajes fue motivo de un profundo malentendido entre los artistas fluxus, provocando escisiones y un conjunto de misivas que revelan que el entorno de Fluxus no era ajeno a las purgas y tensiones propias de la Guerra Fría. Del mismo modo, estas experiencias eran reveladoras de la dimensión internacional e itinerante que Fluxus anhelaba, demostrada en la organización de viajes marítimos de varios meses, desplazamientos colectivos y constantes propuestas de festivales sin sede fija.
El trabajo de Andersen explora la interacción entre lo íntimo y lo público, entre la acción y la inactividad. Sus Opus, ideadas a principios de los sesenta, constituyen uno de los muchos ejemplos de obras verbales que remiten a la acción surgidos desde finales de los cincuenta y que, de algún modo, hicieron de Fluxus su caja de resonancia (eventos, instrucciones, piezas verbales). En el caso concreto de Andersen, estas Opus jugaban con la paradoja, con la mera posibilidad de llevar a cabo o no la acción -que se dejaba al arbitrio del ejecutante- e incluso con la mera materialidad del papel en la que estaba escrita la obra.
Desde entonces, las obras performativas de Andersen han buscado otros desarrollos haciendo, por ejemplo, que todos los taxis de una ciudad participaran en sus eventos (30 taxis, 1985), sometiendo a la voluntad del público el desarrollo de una acción (Stories, 1985) e incluso sobornando a los espectadores para que abandonen la sala en la que desarrollaba la acción (Please leave, 1985). En esta tradición, este encuentro se plantea a medio camino entre la conferencia y el event colectivo.