Sala 208.05
George Grosz

Tras la Primera Guerra Mundial, la crítica de algunos artistas a la sociedad burguesa y capitalista se radicaliza. El caso de George Grosz es paradigmático, dedicándose, tras su experiencia como soldado, a la producción de incisivas y polémicas series litográficas que, integrando recursos formales propios de la caricatura en su amplio repertorio como dibujante, alcanzan una distribución masiva en publicaciones y revistas de gran tirada. Su lenguaje gráfico está marcado por la denuncia y por la profusión catártica de imágenes grotescas, que alcanzaron gran notoriedad y le granjearon la antipatía de las autoridades. «Mi arte debe ser fusil y sable», proclamaba.

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Sala 208.05

Sala 208.05

Tras la Primera Guerra Mundial, la crítica de algunos artistas a la sociedad burguesa y capitalista se radicaliza. El caso de George Grosz es paradigmático, dedicándose, tras su experiencia como soldado, a la producción de incisivas y polémicas series litográficas que, integrando recursos formales propios de la caricatura en su amplio repertorio como dibujante, alcanzan una distribución masiva en publicaciones y revistas de gran tirada. Su lenguaje gráfico está marcado por la denuncia y por la profusión catártica de imágenes grotescas, que alcanzaron gran notoriedad y le granjearon la antipatía de las autoridades. «Mi arte debe ser fusil y sable», proclamaba.

La obra de George Grosz representa, como ninguna otra, los conflictos sociales de la Alemania de entreguerras. En la República de Weimar, régimen político y nombre que adoptó Alemania desde 1918 y hasta la llegada al poder de Hitler en 1933, Grosz se convierte en un agitador social. Junto con John Heartfield y Wieland Herzfelde funda Malik, una editorial subversiva en la que publica diversos materiales que le llevan a los tribunales por atentar contra la moral pública. No solo eran polémicos sus dibujos y escritos, sino también gestos como cambiarse el nombre para des-germanizarlo (de George Groß a George Grosz), posicionándose contra el nacionalismo alemán. Justo antes del auge del nazismo, Grosz huye a Nueva York, escapando de la Gestapo y logrando la nacionalidad norteamericana. Desde Estados Unidos, observa el desarrollo del fascismo en Europa, reconociendo los presagios de la catástrofe que aún estaba por venir.

Durante el primer periodo de su producción artística en Alemania, su trabajo denunció toda suerte de conductas reprobables vinculadas al abuso de poder, ya fuera en un ámbito bélico o cotidiano, convirtiéndose en un alegato feroz contra el ejército, la Iglesia, la burguesía y la autoridad en general. En Ecce homo (1922-1923), serie que puede verse en esta sala, Grosz disecciona la vida en un Berlín devastado por la guerra, donde conviven esplendor y miseria, y donde reina el bullicio de cafés y teatros de variedades. El artista elabora una tipología cruel de sus habitantes, prostitutas, funcionaros, desempleados, mutilados de guerra y especuladores varios, situándolos en un escenario urbano de depravación en el que reina la desigualdad social y la violencia. Se trata de una suerte de catálogo de los males que afligían al país tras la Primera Guerra Mundial, pero también se debe tener en cuenta que, para Grosz, Berlín simboliza el capitalismo y sus consecuencias desastrosas.

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