Margarita Azurdia. Margarita Rita Rica Dinamita

4 noviembre, 2022 - 17 abril, 2023 / Edificio Sabatini, Planta 3

Margarita Azurdia, Las cargadoras de plátanos amarillos, 1971-1974. Cortesía de Milagro de Amor, legado de la artista
Margarita Azurdia, Las cargadoras de plátanos amarillos, 1971-1974. Cortesía de Milagro de Amor, legado de la artista

La exposición Margarita Azurdia. Margarita Rita Rica Dinamita es la primera monográfica en Europa dedicada a Margarita Azurdia (Antigua Guatemala, 1931 - Ciudad de Guatemala, 1998), una de las artistas centroamericanas más emblemáticas del siglo XX. Esta muestra ahonda en su trayectoria con un recorrido por una extensa producción que abarca pintura, escultura y arte no objetual, así como libros de artista elaborados con dibujos, collages y poemas.

Desde una mirada retrospectiva, la exposición permite adentrarse en el panorama del arte moderno y contemporáneo de Guatemala, e invita a recorrer la metamorfosis creativa experimentada por la artista, como quedaría plasmado en los múltiples cambios de nombre con los que firmó sus obras. Ya fuera Margot Fanjul, Una Soledad, Margarita Rita Rica Dinamita o Margarita Anastasia, el camaleonismo la hizo desvanecerse en el panorama del arte latinoamericano, pero también resurgir, más tarde, como una de las artistas más interesantes de la pequeña escena artística de Guatemala.

A finales de la década de 1950, desde su residencia temporal de Palo Alto, California, Margarita Azurdia incursiona en las artes plásticas gracias a los talleres libres impartidos por el San Francisco Art Institute. Las experiencias vividas en California la animaron —ya de vuelta en Guatemala en 1963— a realizar sus primeras exposiciones, conformadas por pinturas al óleo de paleta reducida, en la línea del informalismo y el expresionismo americano, y una serie de óvalos concéntricos de colores en contraste. A mediados de la década de 1960 inició la serie Geométricas: pinturas de gran formato, con diseños sintéticos a base de rombos, líneas y colores planos de grandes contrastes que provocan cierta dinámica óptica y guardan influencia de los textiles mayas. Estas obras contribuyeron a marcar un momento de inflexión en la modernidad guatemalteca.

En esos años, el Conflicto Armado Interno en Guatemala reprodujo dinámicas propias de la Guerra Fría, que lentamente comenzaron a limitar la libertad de expresión y alimentar la represión sobre las figuras disidentes e intelectuales. No obstante, entre las tensiones e incertidumbres de esta sociedad en crisis, Ciudad de Guatemala comenzó a gestarse como un importante núcleo de artistas, galeristas, intelectuales y amantes del arte. La artista, que participó activamente en los debates que se dieron en Latinoamérica entre los partidarios del internacionalismo y los del llamado nuevo humanismo o nueva figuración —liderados en Guatemala por el Grupo Vértebra—, concluyó que lo realmente revolucionario y transformador en el ámbito artístico era asumir un compromiso firme con la búsqueda de estéticas y conceptos nuevos.

A finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, Azurdia llega a tener una cierta proyección internacional. En 1968 Geométricas fue expuesta en la Galería DS de Ciudad de Guatemala y en la Galería Cisneros de Nueva York. En 1969 obtiene una mención honorífica en la X Bienal de São Paulo con la serie Asta 104, conformada por cinco pinturas escultóricas tituladas Átomo, Tótem, Tríptico, Lotus y Personna. En este conjunto de obras el óvalo, forma recurrente en la producción temprana de Azurdia, volvería a aparecer vinculado a la cosmología y al lugar que las personas ocupan en el cosmos. Ahora de silueta más regular, los óvalos aluden al origen de la vida y al concepto “punto omega” desarrollado por el filósofo, paleontólogo y teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin. Posteriormente, en 1970, tres de estas obras serían mostradas en el III Salón Independiente de México. Al igual que otros artistas latinoamericanos activos en ese momento, y en línea con las preocupaciones formales y conceptuales a nivel internacional, Azurdia se interesó por integrar al público de manera activa en sus obras. En la II Bienal de Arte Coltejer (1970), en Medellín, la artista se adhiere al espíritu de la época con la instalación Por favor quitarse los zapatos, creada para la ocasión, con la que invitaba al público a adentrarse en un lugar de experimentación sensorial mediante elementos performáticos e interactivos. En la III Bienal de Arte Coltejer (1972) su serie de esculturas de mármol móviles despuntaron por estar sujetas a las pulsiones de los espectadores.

Entre 1971 y 1974, Azurdia realiza una emblemática serie de esculturas conocida como Homenaje a Guatemala que confirma, nuevamente, que su hacer dialogaba de forma continuada con su entorno. Este conjunto estaba compuesto originalmente por cincuenta tallas directas en madera encargadas a artesanos especializados en ebanistería tradicional y escultura religiosa, quienes ejecutaban las piezas siguiendo dibujos e instrucciones de la artista. El resultado es un conjunto de esculturas sometidas a la profusión ornamental propia de los objetos artesanales de la zona, como cráneos y frutas de barro, plumas, pieles de animales o máscaras. Estos complejos montajes evocan los altares de los pueblos del altiplano guatemalteco, donde se hace evidente el sincretismo cultural y religioso, como producto de la compleja historia del país. Algunas tallas incorporan elementos militares como fusiles y botas en alusión a los cruentos años de la guerra contrainsurgente en Guatemala. La representación de bananas, por su parte, evoca la conflictiva relación que se mantuvo con la United Fruit Company, así como las emblemáticas novelas de la “trilogía bananera” del escritor Miguel Ángel Asturias. Por otro lado, no se puede pasar por alto el protagonismo que las mujeres tienen en la obra de Azurdia, retratadas como heroínas o guerreras portentosas y autónomas.

En 1974 Margarita Azurdia se trasladó a París, epicentro de una verdadera revolución de ideas. Allí comienza a frecuentar círculos de mujeres artistas que la animan a trazar un antes y un después en sus propias concepciones femeninas y artísticas. En este periodo comienza a experimentar con un lenguaje espiritual y ritual propio. Además de verse absorta por el dibujo y la danza, se concentra en la escritura y la ilustración de varios de sus libros. De entre ellos destaca Rencontres, el cual comprende tres secciones y veinticinco dibujos con títulos en francés relacionados con sus experiencias parisinas. A través de ellos Azurdia reflexiona sobre la vida, el dolor, las ilusiones y el misterio de la existencia. La economía del trazo y la sencillez priman en estos dibujos presentados en la asociación de escritoras francesas Elles tournent la page.

En Diccionario de imágenes (1979) incluye dibujos en crayón y acuarela, algunos de inspiración medieval, que conforman un inventario de imágenes, descripciones y frases a modo de banco de ideas para obras posteriores. El encuentro de Una Soledad, presentado en el marco de la exposición colectiva organizada por la galería Au Lieu d’images (1979), así como 27 apuntes de Margarita Rita Rica Dinamita (1979), Des flashbacks de la vie de Margarita par elle même (1980) y 26 anotaciones de Margarita Azurdia (1981) son otros ejemplos de libros de artista de este período en que Azurdia juega con las palabras, los ritmos (a menudo disonantes) y el humor.

También en París inicia su serie de dibujos titulada Recuerdos de Antigua (1976-1992), un recorrido introspectivo por los pliegues de la memoria y un proceso terapéutico que permite a la artista desbloquear experiencias traumáticas del pasado. De carácter autobiográfico, la serie revisita momentos de su infancia, vínculos afectivos familiares, entornos domésticos y periodos de enfermedad. La exploración espacial abarca el entorno de la pequeña ciudad de Antigua Guatemala hacia 1930-1940 e incorpora referencias de su estancia en París.

A su retorno a Guatemala, en 1982, conoce a los artistas Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide, con quienes forma un grupo de danza experimental llamado Laboratorio de Creatividad. En él canalizaron sus inquietudes por la exploración del movimiento, los orígenes del ritual y las danzas sagradas. Tras la disolución del grupo en 1985, Azurdia continuó explorando el paradigma entre arte y espíritu. También profundizó en las ideas del cuidado y la sanación vinculadas con la naturaleza y el medioambiente por medio de talleres que impartiría desde el Instituto Omega. Este centro, basado en Nueva York, se había consolidado desde 1977 como un foco contracultural para el estudio del budismo y de las filosofías que promueven la interconexión entre la mente y el cuerpo, contribuyendo a la internacionalización de una nueva espiritualidad. Uno de sus más importantes libros de dibujo y poesías titulado Iluminaciones (1989) deja entrever el grado de espiritualidad alcanzado por la artista, así como su profunda vinculación con el entorno natural.

En la década de 1990, Azurdia se dedica por completo al estudio del lugar que ocupan la mujer en la historia y la religiosidad, realizando distintos rituales en compañía de mujeres. Es el caso de la Ceremonia de amor a la diosa Gaia, celebrada en 1994 en el marco de una exposición titulada Indagaciones en la galería Sol del Río o el ritual Puente de luz, celebrado en el yacimiento de Kaminal Juyú en 1995. La serie de pinturas sobre papel y collages Recuerdos del planeta Tierra, de este mismo periodo, aborda con un enfoque holístico y nostálgico la relación histórica de la mujer con la naturaleza y con el planeta a través de la diosa Gaia y la Diosa Madre, aspectos determinantes en su última etapa. La exposición ahonda, asimismo, en sus últimas obras realizadas en 1998, año de la muerte de la artista: dos armarios-altares que firma con el nombre de Margarita Anastasia, en memoria de la esclava Anastasia, santa del repertorio popular brasileño. Estas obras, intervenidas con sus propios dibujos, así como fotografías, carteles, instrumentos musicales o cerámicas relacionados con sus rituales y danzas, circundando una deidad, ofrecen la mejor compilación de sus búsquedas, una evolución artística y personal que le permite comprender el fluir de la vida.