Francesc Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo

28 septiembre, 2022 - 27 marzo, 2023 / Edificio Sabatini, Planta 3

Francesc Tosquelles en el jardín del Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, c. 1944-1945. Fotografía: Romain Vigouroux, colección de la familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz
Francesc Tosquelles en el jardín del Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, c. 1944-1945. Fotografía: Romain Vigouroux, colección de la familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz

Esta exposición propone un recorrido por las prácticas de vanguardia que el psiquiatra Francesc Tosquelles (Reus, 1912 - Granges-sur-Lot, 1994) desarrolló en los campos terapéutico, político y cultural. Tosquelles dignificó la vida de aquellos que no importaban, abandonados en manicomios, al mismo tiempo que cuestionó el significado de la “normalidad” —frente a la idea tradicional de las patologías— en una Europa dominada por los fascismos. Hoy es un referente para reflexionar sobre el valor de la salud mental en momentos de crisis extrema.

En 1931, al proclamarse la Segunda República, Barcelona se convirtió en “una pequeña Viena” con la llegada de psiquiatras y psicoanalistas de Europa central que huían del antisemitismo. Fue en esta época, entre el fin de la dictadura de Primo de Rivera y el golpe de Estado del general Franco en 1936, cuando Tosquelles se familiarizó con el psicoanálisis hasta convertirse en uno de sus introductores en Cataluña y el resto de España, durante la apertura de las políticas públicas de sanidad. Entonces entendió que para curar a los enfermos antes había que curar a las instituciones que se hacían cargo de ellos.

Como militante en el Bloc Obrer i Camperol (BOC) —que en 1935 se fusionó con el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM)—, Tosquelles recurrió a la alianza entre el psicoanálisis y el marxismo para transformar los manicomios, herederos de la psiquiatría del siglo XIX, planteando que era necesario tratar al hospital entero como un cuerpo enfermo y cambiar su inconsciente autoritario y concentracionario. Este antiautoritarismo también impregnó la relación de Tosquelles con la política a lo largo de su militancia anarcosindicalista y en partidos comunistas minoritarios que criticaron al estalinismo.

Durante la Guerra Civil trabajó como jefe de psiquiatría del ejército republicano en el Frente de Aragón y en Extremadura con equipos no profesionales. En este contexto bélico surgieron las primeras comunidades terapéuticas avant la lettre, que incluían a miembros de la sociedad civil con competencias inusuales en el ámbito de la psiquiatría —antes de desplegarse en la década de 1950 en Inglaterra y Escocia. En 1939, formado en la experiencia política y cultural de la Mancomunitat de Catalunya y después de trabajar en Sariñena y en Almodóvar del Campo, Tosquelles tuvo que exiliarse en Francia como tantos otros republicanos. Durante tres meses, hasta enero de 1940, estuvo en el campo de refugiados de Septfonds, donde fueron internados diecisiete mil españoles. Ahí organizó una unidad de psiquiatría con la ayuda de un enfermero, un guitarrista y un pintor.

Francesc Tosquelles en el jardín del Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, c. 1944-1945. Fotografía: Romain Vigouroux, colección de la familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz
Francesc Tosquelles en el tejado del edificio de dirección del Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, con un barco de Auguste Forestier, 1947. Fotografía: Romain Vigouroux, Colección familia Ou-Rabah Tosquelles. Reproducción fotográfica: © Roberto Ruiz

A su salida del campo, ya en el Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole, impulsó una transformación de la institución psiquiátrica a través del trabajo colectivo de internos, cuidadores, monjas, médicos y campesinos. Impregnado de los aprendizajes en las cooperativas catalanas de la década de 1930, introdujo la autogestión del trabajo, la asamblea y los clubes de enfermos, el teatro y el cine amateur, así como la formación de los cuidadores. Tosquelles abrió el hospital psiquiátrico a prácticas culturales colectivas y fue pionero en introducir dentro de este tipo de instituciones la creación de periódicos murales y diarios internos, así como el trabajo con la imprenta y los talleres de ergoterapia.

Durante la ocupación nazi de Francia, el sanatorio de Saint-Alban se convirtió en un refugio para judíos, resistentes y artistas de vanguardia que convivieron con la comunidad médica y los internos. Por ejemplo: entre 1943 y 1944, Paul Éluard escribió Souvenirs de la maison des fous [Recuerdos desde el manicomio], un poemario inspirado en su estancia en el asilo, y, en 1945, Tristan Tzara creó ahí Parler seul [Hablar solo], un poema largo que fue ilustrado por Joan Miró en 1948.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el artista Jean Dubuffet visitó Saint-Alban en la época en que proyectaba la “caza del art brut” para su colección y empezaba a extraer estos objetos de sus hospitales de origen. Dubuffet oponía el art brut al “arte cultural de los museos, las galerías, los salones” y lo definía como un arte anticultural, creado por personas ajenas a ese círculo. Sin embargo, el proyecto de Dubuffet era diferente al de Saint-Alban. Tosquelles, lejos de interesarse por las proclamas anticulturales, hizo de las prácticas culturales una herramienta para despertar el vínculo social de los enfermos. Situando estos objetos en el entorno del hospital psiquiátrico, y dentro del proyecto en el cual fueron elaborados, esta exposición se pregunta cómo habría que nombrar esta producción, tanto cultural como social, si dejáramos de pensarla a través de la etiqueta del art brut.

Tosquelles resumió su propia experiencia iniciada en Cataluña con la frase del Conde de Lautréamont, extraída de Los cantos de Maldoror (1869), que inspiró a los surrealistas para defender el azar de la belleza: “bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección”. A su juicio, lo que se había hecho en Cataluña entre las décadas de 1910 y 1930 fue “como una máquina de coser en un campo de trigo”. Con esta expresión conservaba la memoria de las tentativas de la Mancomunitat y la República para organizar los cuidados terapéuticos en estrecha relación con los municipios, el campo y el trabajo manual.