Esta exposición retrospectiva de Ramón Gaya (Huerto del Conde, 1910 – Valencia, 2005) tiene lugar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía con motivo de la concesión del I Premio Velázquez
Su contacto con la escena intelectual murciana de los años veinte, uno de los principales referentes culturales de la escena española de la época, le sitúa entre los artistas emergentes del momento como: José Planes, Clemente Cantos, Luis Garay, Victorio Nicolás, Pedro Flores o Almela Costa. Un ambiente en el que se encuentran igualmente presentes los pintores británicos Cristóbal Hall, William Tryon y Darsie Japp. La influencia de su padre, litógrafo de profesión, que pone al alcance una educación tolerante y aperturista es igualmente decisiva para el desarrollo artístico del pintor.
No obstante, la trayectoria vital de Gaya le lleva a vivir no solo en Murcia, sino también en Madrid, París, México, Roma, Venecia, Florencia, Barcelona y Valencia durante periodos más o menos prolongados. Su temprana decepción por los movimientos de vanguardia que conoce en la capital francesa, a pesar de haber expuesto junto a Pedro Flores y Luis Garay en
Esta amplia retrospectiva, integrada por más de ciento cincuenta obras, comienza en 1927 con un retrato del padre de Gaya, bodegones y paisajes como Ribadeo (1934), Luis Cernuda en Almería (1934) e interiores del Château de Cardesse de Cristóbal Hall.
Comprometido con la República, colabora en La Barraca y participa activamente en el Museo del Pueblo inscrito en el programa de las Misiones Pedagógicas. Pasa
Son años difíciles para Gaya que pierde a su mujer durante el bombardeo de Figueras. Durante la década de los cuarenta realiza numerosos gouaches inspirados en pintores clásicos como Homenaje a Velázquez, II Homenaje a Rembrandt o II Homenaje a Constable, todos ellos de 1948. Se exponen junto a estas pinturas su versión de Las tres gracias de Pedro Pablo Rubens. En los cincuenta Gaya pinta ciudades como París, Roma o Florencia. Se exponen algunas pinturas como Notre-Dame (1952); Tramonto a Venezia (1953); Puente de Saint Michel (1953); El Arno (1956); El Foro con lluvia (1956) o Il Palatino (1958). Durante los setenta se suceden los homenajes a figuras como Mozart, Tiziano, Fattori, Constable o Rembrandt. Destaca de esta época el Retrato de José Bergamín (1961) y dibujos de 1968 y 1969 extraídos de un cuaderno de apuntes que representan personajes anónimos como Cantaora, Bailaora o La florista de la Rambla.
Las décadas siguientes continúan sus homenajes a grandes creadores, acompañados de sus ciudades inspiradoras, sobre todo Venecia. A partir de 1994 sus pinturas se simplifican en la composición y el color prescindiendo de los detalles accesorios.
A su aportación a la pintura española se une una serie de textos de gran interés publicados en diversos medios reunidos en cuatro tomos como Obra Completa en