Pierrick Sorin (Nantes, Francia, 1960) explora mediante el vídeo y el lenguaje cinematográfico aspectos referidos al acto de mirar, la función y actitud del público, el concepto de espectáculo y la figura del artista como actor social. Al tiempo, cuestiona con rotundidad y en clave de humor el medio artístico y sus instituciones.
En esta exposición, Sorin presenta tres de sus últimas videoinstalaciones, en las que las técnicas digitales le permiten crear Frankensteins modernos, como en It´s really nice (1998). El deseo de Sorin con estas criaturas es mirar y convertirse en el protagonista indiscutible de su trabajo, como plantea también en Un espectáculo de calidad (1996) y en La batalla de las tartas (1994). En base a la posibilidad de autofilmación que le ofrece el vídeo y en continua referencia a la figura de Narciso, ridiculiza el mito del artista romántico, hasta perfilarlo incluso en el papel del fracasado.
En It´s really nice (1998) propone un collage digital de treinta y tres caras con facciones y órganos sobredimensionados, realizadas con decenas de fragmentos de rostros de diversas edades, sexos y razas. Los personajes se despliegan en una de las salas, cada uno en un monitor, de manera que se invierten los términos y el público siente que pasa a ser observado. Al analizar las pantallas con mayor atención, se advierte que Sorin también está presente en estas construcciones faciales algo monstruosas, al prestar sus ojos, boca y cabello a algunos de estos mirones. De este modo “la búsqueda del otro no ha hecho sino traer una vez más a Sorin frente a su propia imagen”, señala Patrice Allain, especialista en arte contemporáneo.
La idea del artista sufridor se desarrolla en La batalla de las tartas (1994), en la que Sorin aparece con el torso desnudo y recibe tartazos de fresa por parte de tres hombres elegantemente vestidos. En este trabajo, plantea la revisión de la escena cómica del tartazo, habitual en el cine mudo. El gesto divertido se transforma en un acto violento al presentar a Sorin indefenso, de modo que la risa se revela paradójicamente como algo trágico.
Patrice Allain apunta que el uso de artificios técnicos simples como el montaje en bucle, cámara rápida y lenta o juegos de reiteración, dominados en vídeo por Sorin, le permiten “readaptar a la escena contemporánea relatos míticos perfectamente identificables, pero renovando, trastocando al mismo tiempo la ya clásica comicidad de la repetición”. Este es el caso de Un espectáculo de calidad, en el que el rostro del espectador es capturado y proyectado sobre una escena. En ella, asiste a las cortas actuaciones que representa un diminuto Sorin, personaje que sale de un monitor de televisión. En ellas se intercalan números cómicos, de magia, desfiles de modelos, etc. con performances de artistas o danza contemporánea, para analizar y cuestionar el concepto de espectáculo.
En todos los casos, bajo una apariencia divertida, sus obras versan sobre el consumo de imágenes, la crítica al sistema del arte y la cultura oficial y la urgencia de ver para definir al nuevo espectador.
Datos de la exposición
Publicaciones del Museo Reina Sofía