Oskar Schlemmer (Stuttgart, Alemania, 1888 - Baden-Baden, Alemania, 1943) es el introductor del teatro en los talleres de la Bauhaus de Dessau en 1925, aunque es unos años antes cuando se vincula a la institución. Schlemmer destaca por ser uno de los ideólogos de la formulación del nuevo hombre desde parámetros plásticos, dinámicos y espaciales. Aunque también maneja la pintura mural y la escultura, define una nueva construcción humana a partir del “tipo”, basado en la danza y el teatro derivado de su trabajo como coreógrafo y diseñador de escenarios y vestuarios. El artista limita la tendencia a la abstracción dominante en la Bauhaus y se caracteriza estilísticamente por la geometrización orgánica de la anatomía humana.
La exposición se impregna del espíritu lúdico y renovador de su principal creación: el Ballet triádico (1920-1922) y mediante más de un centenar de obras repasa la trayectoria de Schlemmer desde 1919. Esta selección plantea la materialización de su proyecto en el que pretende “una nueva Grecia, una humanidad posrevolucionaria y purificada, cuyos movimientos… se desplegaban en un espacio dominado por una ley reencontrada”, según afirma el especialista Éric Michaud.
La ocupación del espacio y la libre circulación por él es el punto de unión de la actividad docente, artística y teórica que Schlemmer desarrolla en la Bauhaus. Bajo el lema del pensador Friedrich Nietzsche: “El mundo pertenece al bailarín”, crea las más importantes fiestas de la Bauhaus. Para los ballets, el artista concibe unas vestimentas que, por un lado impiden al personaje realizar ciertos movimientos naturales, y por otro le obligan a generar nuevos gestos. De este modo, define un cuerpo basado en la conjunción y reconciliación entre lo orgánico y lo técnico, aunque sin caer en lo mecánico, rasgo que le diferencia de las posturas contemporáneas del Futurismo o de artistas como Fernand Léger.
La visualidad del acontecimiento teatral e incluso la propia teatralización de la Bauhaus, −dado que asume el edificio como escenario− fundamentan en 1925 su proyecto de decoración para las escaleras y pasillos de la escuela. Las pinturas murales y los cuadros de similar temática se pueblan de personajes que suben y bajan esas mismas vías de circulación, como si se tratara de escaleras virtuales. De este modo, el artista afirma la noción de continuum de arquitectura y experiencia que suponía la Bauhaus y recurre a la pintura figurativa, ilusionista y representativa en un ámbito que promulgaba la Abstracción.
Su pintura es bidimensional y de paleta restringida, marcada por principios de “ley, precisión, limitación y grandeza de la idea”, como señala la especialista Karin von Maur. En esculturas y relieves, la figura humana es la medida de todas las cosas y la alegoría con la que pensar los espacios de relaciones sociales, como en Familia (1923), Cuatro figuras y cubo (1928) o En la casa de madera (1936). Von Maur apunta que el motivo de las escaleras es sustituido por las barandillas en la década de los treinta, cuando las circunstancias personales de Schlemmer cambian y la actualidad política se radicaliza. Después, la ventana aparece como el marco de su última serie de pinturas, aunque el asunto permanece: visualizar las arquitecturas sociales.
Datos de la exposición
Centre Cultural de la Fundaciò la Caixa, Barcelona (5 febrero - 27 abril, 1997)
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