El trabajo de Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906 - París, 1957) requiere una lectura vinculada al Surrealismo en su más amplio significado, dado que supera en sus procesos y propuestas a la literatura formulada por el escritor y poeta André Breton en sus manifiestos,.
Instalado en París desde 1932, expone en Tenerife sus pinturas surrealistas en 1933 y un año después se integra en el círculo surrealista, donde desarrolla la decalcomanía: técnica automática que consiste en introducir témpera negra líquida entre dos hojas de papel, que se presionan ligeramente. Otras aportaciones personales de Domínguez son los objetos-monumentos de humor y sadismo (que surgen oportunamente tras anunciar Breton la crisis del objeto), los paisajes cósmicos y la teoría de la solidificación del tiempo o “litocronismo”, que formula junto al escritor y artista argentino Ernesto Sábato.
Ana Vázquez de Parga, comisaria de esta exposición antológica, ordena el trabajo de Domínguez en varias etapas: surrealista (1929-1938), cósmica (1938-1939), litocronismo (1939-1942), metafísica (1942-1943), picassiana (1944-1948) y esquemática (1949-1953). Al exponer los diversos periodos de la pintura de Domínguez mediante más de ciento sesenta obras, se advierte que, aunque en 1942 se aleja definitivamente de los presupuestos bretonianos y del sistema figurativo de Salvador Dalí, nunca “deja de ser un pintor surrealista, puesto que la iconografía del surrealismo no es sino el reflejo de la posición del artista en el mundo, y ésta no cambió en él desde que llegara a París hasta su muerte trágica”, como apunta el crítico de arte Fernando Castro Flórez. Por su parte, el también crítico José Pierre señala que, a comienzos de los años treinta, Domínguez establece el que será su vocabulario de imágenes que “la mayoría de las veces se pliegan a las leyes del simbolismo freudiano”, pero luego perviven como parte de su particular imaginario. Algunos objetos familiares se convierten en recurrentes, como el imperdible, el piano, el despertador, la cerradura o las latas de sardinas y abrelatas en L´ouvre-boîte (1936), Caja con piano y toro (1936), Femmes aux boîtes de sardines (1949) o Revólver (1952).
En los años cuarenta, el artista (siempre apoyado en referencias externas), recupera el gusto por el color y realiza una pintura dominada paulatinamente por el dibujo y una geometría rigurosa. Tras la Segunda Guerra Mundial, su estilo, aunque propio, revela evidentes y voluntarias referencias estilísticas y temáticas al trabajo de Pablo Picasso en obras como La voyante (1944), Bodegón del gallo (1945) y Caballo de Troya (1947). De ese momento es su pintura de triple-trait, donde dobla la línea de contorno y un margen blanco sin pintar separa el color de la línea más próxima, como se advierte en Tauromaquia (1948) o Pájaros aviones (1950). De este modo, la pintura de Domínguez pasa progresivamente de la experimentación poética y el automatismo hacia una experimentación también plástica y formal.
Datos de la exposición
Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria (23 enero - 31 marzo, 1996); Centro de Arte La Granja, Tenerife (19 abril - 18 mayo, 1996)
Publicaciones del Museo Reina Sofía
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