Lejos del orden cronológico convencional, las obras de la exposición Monocromos: de Malevich al presente están dispuestas a modo de instalación, con arreglo a una serie de entornos de color. El doble origen del arte monocromo (el místico y el concreto) en su evolución durante el siglo XX ilustra la división entre la búsqueda espiritual de una experiencia trascendental y el deseo de enfatizar la presencia material del objeto como realidad concreta y no como ilusión. Las dos significaciones opuestas -el objeto concreto y el icono místico- se funden en las primeras pinturas monocromas de Kasimir Malevich, realizadas en vísperas de la revolución rusa.
La presentación de obras de distintos periodos, realizadas por diversos artistas procedentes de distintas culturas de todo el mundo en una serie de entornos de color, es un experimento con la percepción visual que suscita importantes preguntas, como si la recontextualización de las obras modifica su significado, o si los colores generan una resonancia psicológica y emocional e influyen en el temperamento y el carácter. La idea de agrupar las obras por colores también está implícita en la ambición de muchos artistas, en particular los de la Escuela de Nueva York, de crear entornos con sus obras en un espacio que desempeñe la función de capilla para la contemplación. Fue Henri Matisse quien primero lo llevó a la práctica con su capilla de Vence. La relación entre el entorno de color y la espiritualidad y los estados de trance ocupa un lugar central en el pensamiento de varios de los artistas de esta exposición.
La estética purista del Minimalismo, en gran medida monocromo, que ilustraron Carl André, Donald Judd y Larry Bell demandaba la fusión del color, la forma y el material. La idea de pintar un objeto de un solo color para unificarlo, tal como la emplearon Louise Nevelson o Niki de St. Phalle, era la antítesis de la concepción purista del monocromo. Muchas de las obras de la exposición han sido realizadas por artistas que pintaron obras monocromas sólo ocasionalmente, como: Antoni Tàpies, Juan Uslé, Georgia O'Keeffe, Georges Noël o Sean Scully; o bien por artistas que sólo las pintaron durante un periodo concreto de sus carreras, como es el caso de Pierre Soulages y Frank Stella.