
La voluntad de Lucian Freud (Berlin, 1922-2011) de mantenerse al margen de toda corriente artística lo convierte en un pintor de un único escenario -su estudio- que convoca la naturaleza física del género humano en sus lienzos. Ello, pese a haber sido adscrito por la historiografía y la crítica a la denominada Escuela de Londres junto a Francis Bacon, Raymond Mason, Michel Andrews, R. B. Kitaj, Frank Auerbach y Leon Kossoff; cuyo rasgo común es la práctica de una pintura figurativa frente a las corrientes abstractas dominantes en Estados Unidos y Europa en la inmediata posguerra: el Expresionismo y el Informalismo respectivamente. Emigrante en su infancia -llega a Londres en 1933- y marino mercante frustrado, a comienzos de la década de 1940 se propone como único objetivo la pintura y, en particular, el retrato.
Esta exposición, compuesta por sesenta obras, ahonda en la trayectoria de Freud como retratista minucioso e inmisericorde de todo aquello que orbita en su radio de intimidad: familia, amigos, conocidos, plantas o la vista desde la ventana de su estudio. Considerado por la crítica como el heredero pictórico de la Nueva Objetividad y del realismo de Stanley Spencer, Freud rechaza todo vínculo con la historia de la pintura más reciente y ancla sus referencias en Frans Hals, Peter Paul Rubens y Diego Velázquez. Así, la línea que va de Muchacha de la rosa (1947-1948) a la serie de cuadros que tiene al artista autraliano Leigh Bowery como asunto (1991-1993), Freud describe un recorrido que arranca en el empleo obsesivo del dibujo (que da lugar a formas duras y rígidas) y vira paulatinamente hacia: una mayor libertad de movimiento en el uso de los pinceles, hacia la toma en consideración de los valores lumínicos con función compositiva (y no dramática) y hacia una valoración estética de la materia pictórica.
Caracterizado por sus cuadros de mujeres y hombres desnudos yacentes en camas, colchones, sofás o montones de trapos; Freud evita en ellos toda lectura sentimental o visión idealizada. El verdadero asunto de su trabajo se centra en cambio en su naturaleza erótica en cuanto último reducto del ser humano, como se expresa en: Muchacha desnuda (196), Hombre descansando (1988) y Desnudo en un sofá rojo (1989-1991). En estos trabajos, el cuerpo, objeto de su tema, ocupa por lo general la mayor extensión posible del lienzo. Sus retratos tienen un propósito semejante, al querer perpetuar la vida del modelo en sus telas y declarar que su deseo es que la persona se parezca al retratado.
Datos de la exposición
Whitechapel Art Gallery, Londres (10 septiembre - 21 noviembre, 1993); The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (16 diciembre- 27 marzo, 1993-94)
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