La exposición se compone por un centenar de dibujos realizados entre 1993 y 1995 por Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931). La muestra sintetiza cuatro años de trabajo, en los que alcanza su propósito de depuración formal en los temas y motivos de su imaginario plástico, basado en la tradición pictórica española.
El artista se forma en Madrid como pintor y alumno de Daniel Vázquez Díaz a comienzos de los años cincuenta y su obra siempre se vincula con el ideario barroco, tanto en iconografía como conceptualmente. Sus obras se mueven entre la idea de muerte y la experiencia mística, siendo la vanitas el asunto predominante en los dibujos de la muestra. En ellos, de Vera alcanza un grado máximo de espiritualidad, al insistir en composiciones muy sencillas en las que los pocos elementos existentes se convierten en modelo de trascendencia mística, sublimada en su depuración formal.
Cristino de Vera desarrolla diversos recursos con los que lograr la representación del acto de meditar como camino de perfección. El desplazamiento de la imagen del centro de la hoja de papel, le permite exaltar la belleza de la superficie blanca en el ejercicio de su distribución. A su vez trabaja con la luz -que le otorga el centro vacío de la hoja blanca-, los contrastes y las vibraciones, derivadas de las tramas y retículas de tinta. Con todo ello, dota de densidad a los cuerpos y objetos representados y se materializa su lectura del Barroco austero.
El artista no oculta que en el origen de sus dibujos se encuentra la síntesis ascética de los blancos de Francisco de Zurbarán. También destaca la asunción de la geometría como herramienta pictórica además de compositiva, tal y como la emplean Fra Angelico, Rogier van der Weyden, Paul Cézanne o Juan Gris a lo largo de la Historia de la Pintura.
Los dibujos que se reúnen para la exposición se agrupan en series, según los motivos representados: cráneos, rosas, velas, figuras, espejos, paños, vasos y cuencos. La sobriedad compositiva, la ausencia de ornamento y la simplificación geométrica de los volúmenes, junto con la insistencia en la iconografía, responden a su voluntad de entroncar con la tradición de una mística que trasciende la religión para instalarse en el arte.
El propio artista se reconoce místico, si por tal se entiende “la búsqueda de valores espirituales, metafísicos, el geométrico orden de los silencios blancos y el desprendimiento de las formas, que nos hacen concebir ritmos, luces, formas, órdenes distintos”. De los dibujos expuestos, cabe mencionar la serie dedicada a Pepe Espaliú, donde homenajea al artista y amigo, y apela de nuevo al espíritu de la vanitas barroca.
Datos de la exposición
Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria
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