El videoarte de Burt Barr (Nueva York, EE.UU, 1938) toma el cine y la televisión como medios de inspiración. El espectador actual está acostumbrado a las narrativas y recursos cinematográficos y televisivos. Es capaz de reconocer e interpretar las elipsis, transiciones, montajes encadenados, planos subjetivos, etc. logrando alcanzar el mensaje que el director quiere transmitir y obteniendo al mismo tiempo sus propias conclusiones. Barr utiliza esas mismas herramientas a las que ya estamos acostumbrados para crear sus vídeos. A través de imágenes de gran intensidad y minimalismo en la factura final, el artista americano ha logrado alcanzar un estilo propio altamente reconocible.
Barr comenzó a trabajar con el vídeo en 1984. Sus primeras obras participaron en festivales de cine como el de Montreal, Toronto, Berlín, Melbourne o San Sebastián y fueron vistas en varias cadenas televisivas estadounidenses y europeas. A partir de 1993, el artista comenzó a realizar instalaciones de gran escala y su obra fue acogida rápidamente por galerías y museos.
Sus trabajos, realizados habitualmente en blanco y negro con un predominio especial del negro, utilizan un lenguaje preciso y directo. Como sucede en el lenguaje cinematográfico, hay una búsqueda premeditada de la belleza en el estilo que, por otro lado, no carece de cierta ironía.
Esta exposición en Espacio Uno presenta tres de sus trabajos más recientes. El primero de ellos, titulado Prison Kiss (2000), representa el encuentro imposible entre dos amantes cuya imagen aparece enmarcada y separada por un monitor de televisión. El papel de los amantes es interpretado por la escultora americana Teresita Fernández y el fotógrafo nacido en Malawi y residente en Nueva York, Tim Davies. Desde sus comienzos, Barr cuenta con personalidades del mundo del arte, normalmente artistas amigos suyos, para recrear sus personajes. En sus obras han participado Clarissa Dalrymple, Klaus Kertess, Dorothy Lichtenstein, Elizabeth Murray, Jessica Craig-Martin, Nessia Pope, Robert Rauschenberg, Stephen Mueller, Carroll Dunham, Jeff Gauntt o Ester Partegàs entre otros muchos.
En la sala situada a continuación se expone The Long Dissolve (2000), una obra que parte de la polisemia del término fundido. El título alude, por un lado, al recurso cinematográfico, que consiste en la lenta desaparición de una escena, y por otro, al cambio de estado de sólido a líquido de un objeto tal y como le sucede al objeto protagonista del vídeo, un cubo de hielo. Colocado sobre un plato, el cubo se disuelve lentamente, desapareciendo como lo hacen las imágenes.
Por último, August (1999) es una proyección en dos pantallas colocadas a modo de díptico vertical donde Barr realiza un remake de la escena mítica en la orilla de
Datos de la exposición
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