La exposición dedicada a Joan Brossa (Barcelona, 1919-1998) ofrece la posibilidad de revisar la obra de uno de los artistas españoles cuyas propuestas han incidido de manera destacada en el desarrollo de las artes visuales de la segunda mitad del siglo XX desde campos de experiencia distintos a la plástica convencional y con presupuestos próximos a la práctica poética y el arte objetual. Para esta muestra se han reunido más de ciento sesenta trabajos realizados a lo largo de una trayectoria iniciada ahora hace cincuenta años y marcada por el activo papel de Brossa en la vanguardia catalana de posguerra, con su participación en el grupo Dau al Set, junto a Antoni Tàpies, Joan Ponç y Arnau Puig. Cabe destacar la homogeneidad de su trabajo a lo largo de estos años y su reconocimiento por parte de la nueva generación de artistas en los años ochenta.
La obra de Brossa se sitúa dentro de una poética post-dadaista y dado su interés por la naturaleza mental del arte, también asume aspectos y recursos de prácticas analíticas y conceptuales. Además, en el proceso de configuración de sus obras se advierte la asimilación del factor lúdico de las pinturas y objetos de Joan Miró. De entre la inmensa producción visual y literaria de Brossa, para esta exposición se han seleccionado tres tipos de trabajos: poemas visuales, poemas objetos y carteles.
El primer poema visual de Brossa data de 1941; a partir de entonces sus trabajos participan de la combinatoria de letras y objetos y que por la falta de sintaxis lógica quedan definidos a medio camino entre el cadáver exquisito surrealista y las imágenes hipnagógicas. Sus obras evidencian la importancia que para Brossa tienen las letras y las palabras, que considera como un elemento plástico y significativo de primer orden, como sucede en El peix gros (1982). En 1943, Brossa realiza el primero de sus poemas-objeto, en los que insiste en las nociones de contraste (materiales, tamaño), yuxtaposición y asociación de ideas, superando con ello la idea de collage.
Vista en conjunto, en la obra de Brossa se advierte la presencia de una serie de objetos recurrentes que acaban constituyendo su universo particular, como las cartas de la baraja (Poema experimental, 1951; Sobret, 1970; Sense atzar, 1988; Familia, 1989), los martillos o las agujas del reloj. Característico también es el empleo de objetos cotidianos con los que, descontextualizados, crea nuevos mensajes a partir del valor poético que encuentra en ellos. Como apunta Victoria Combalía, comisaria de la muestra, se aprecia una recurrencia en los procesos creativos de sus poemas y objetos visuales. Así, Brossa abunda en la idea de perforar, atravesar, pinchar y cortar los objetos. La obra de arte resultante, comprometida y crítica con las convenciones de la sociedad burguesa, se construye desde los mínimos recursos o medios plásticos, lo cual contrasta con la fuerza de los menajes explícitos e implícitos que encierra. Este hacer revela sus vínculos con la vanguardia (juegos de palabra e imagen), la filosofía oriental (la insinuación frente a la evidencia) e incluso los espectáculos de magia, lo cual, a su vez, apela (como requiere el artista) a la participación activa del espectador en sus juegos visuales.
Datos de la exposición
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