Bajo la premisa de que el vídeo puede hacer visible lo invisible, Bill Viola (Nueva York, EE.UU., 1951) aborda la complejidad de la experiencia humana. En los doce trabajos que conforman esta exposición propone romper con la mirada predeterminada del hombre sobre el mundo. En las siete vídeo-instalaciones realizadas en 1992 y en los cinco vídeos fechados entre 1976 y 1991, Viola ofrece al público un conjunto de narraciones visuales constituidas por imágenes puras -ajenas a la metáfora- que manejan y organizan el espacio como si compusieran un collage. Con ellas pretende la reflexión por parte del espectador a través de su conexión, su oposición o su fusión, como ocurre en el vídeo Earth and Heaven (1992).
Tras una primera etapa (1973-1979) caracterizada por el estudio de las especificidades y posibilidades del vídeo -durante la cual sus obras traducen una clara vocación experimental- enseguida concibe el medio como una herramienta para analizar los límites de la percepción. Como apunta la comisaria de la exposición, Marie Luise Syring, “desde Ancient Days (1979-1981) Bill Viola no traza una separación clara entre realidad y ficción, de ahí que el sueño”, tanto como la acción del hombre o su inmersión en el medio acuático -pues todo ello contribuye a marcar las fronteras de lo racional, lo subterráneo, lo inconsciente y lo onírico- constituyan los temas y escenarios sobre los que se fundamenta su trabajo: The Reflecting Pool (1977-1979), Anthem (1983), The Sleepers (1992), Nantes Tryptych (1992); siendo el eje de su discurso narrativo el contraste entre nacimiento y muerte, como en The Passing (1991).
Viola sostiene que la experiencia humana está basada en una percepción global de imagen y sonido, motivo por el que el tiempo y el sonido son factores clave en sus vídeos. El artista confiere al tiempo un valor semejante al de la luz en la pintura y la fotografía, en tanto que duración de la acción, mientras que asume el sonido como un material físico, elástico y modulable. Como señala el experto en arte contemporáneo, Rolf Lauter, “los sonidos o los ruidos remiten a la realidad física, es decir, al contexto de la existencia, mientras que las imágenes, por otro lado, aluden a la realidad fenomenológica, es decir, la realidad de las apariencias”. Cabe mencionar también que la idea del paisaje, a la que recurre con el fin de invitar a la contemplación activa de la naturaleza, enlaza con una noción cíclica de la vida, además de con un trasfondo cultural y teórico que incluye referencias a la filosofía oriental, a los místicos medievales y a San Juan de la Cruz, a la poesía visionaria de William Blake y a la de Walt Whitman, pues en todos ellos, al decir de Syring, “encuentra la correspondencia entre microcosmos y macrocosmos”.
Datos de la exposición
Städtische Kunsthalle, Düsseldorf (19-28 febrero, 1993); Moderna Museet, Estocolmo (8 abril - 23 mayo, 1993); Musée Cantonal des Beaux-Arts, Lausana, Suiza (11 septiembre - 28 noviembre, 1993); Whitechapel Art Gallery, Londres (16 diciembre - 13 febrero, 1993-94)
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