A través del arte se generan una serie de conceptos, afectos y vínculos que solamente pueden ser comprendidos desde lo experiencial. Asocia saberes, sensaciones y sentires de diversa índole que despiertan otros tantos en quienes lo reciben, provocando, por medio de esa transmisión mental-corpóreo-emocional, ciertos cambios y transformaciones que modifican y amplían el modo de estar en el mundo. El arte abre vías desde un lugar más extenso que la lógica y la razón, al situarnos en otros lugares con otras condiciones, otras circunstancias y otros códigos. Expande el “marco de lo sensible” del que habla Jacques Rancière, que es donde reside su potencial político, pues tiene la capacidad de crear nuevas formas de mirar la realidad y posicionarse ante ella, tanto individual como colectivamente.
En el caso de la práctica de la danza, su poder transformador tiene que ver, entre otras cosas, con el desarrollo de la propiocepción, que es la sensación del propio cuerpo. Con la atención enfocada adecuadamente, es posible conseguir una escucha y una toma de conciencia sobre lo que ocurre en el interior del cuerpo a muchos niveles, desde lo anatómico a lo psicológico y afectivo. El ejercicio regular de la escucha a través del movimiento provoca un desplazamiento de la relación con el propio cuerpo, impidiendo la dualidad cartesiana aún no superada en nuestra cotidianidad. El cuerpo, entonces, deja de ser una prolongación o un contenedor de nuestra mente, para vivirse ambos como un ser holístico e integral.
En cuanto a la escucha hacia lo que acontece más allá de los límites del cuerpo, podemos experimentar que todo el cuerpo está involucrado en la recepción, tanto de ondas sonoras que nos atraviesan la piel como de otro tipo de estímulos que, en principio, no se conciben como parte de la escucha, pero que en realidad tampoco se distinguen completamente de ella. En la coreografía en grupo, por ejemplo, no es necesario mirar lo que los otros cuerpos están realizando, sino que la escucha se abre a sentir la energía que emanan de manera que surge una gran conexión entre todos los cuerpos en movimiento.
Si estas escuchas interna y externa se realizan simultáneamente, se puede acceder a estados de conciencia expandidos (que se pueden alcanzar también a través de muchas otras prácticas) y llegar a percibir-comprender la unicidad del todo. Absolutamente todo se vuelve una sola cosa en una escucha amplia y sutil al mismo tiempo.
La fuerza generadora de prácticas como esta o similares no radica en alcanzar esos estados de conciencia en sí mismos, lo cual caería en una perspectiva puramente hedonística, sino que se pueden concebir como un lugar de resistencia y de potencia. Estos estados provocan que las fronteras entre el sujeto y el mundo se disuelvan, y el nosotrxs descienda de una dimensión abstracta para encarnarse y convertirse en algo perceptivo y sensorial, desarticulando las jerarquías de poder y el individualismo, y modificando el paradigma socio-político-corporal imperante.
Además, se activan los mecanismos de autorregulación que el cuerpo posee y, por tanto, de autosanación, por lo que se mejora el funcionamiento de la maquinaria interna en términos de eficacia. Deja de haber ruido en el pensamiento y drama en las emociones, y dejan de reproducirse las violencias una y otra vez en nuestras mentes. Así, desde ese lugar, pensar soluciones a los problemas que nos desbordan y pasar a la acción se vuelven más abarcables y factibles.
A partir de estas ideas, propongo dos prácticas de escucha sutil:
Ejercicio de escucha individual
Esta práctica consiste en realizar una danza improvisada mientras escuchas lo que ocurre, tanto en el interior como en el exterior de tu cuerpo.
Una vez acabada la sesión, escribe un texto que describa los lugares por los que has pasado redactándolos en tiempo presente, es decir, repite la experiencia desde la consciencia de lo sucedido.
Medito, entro en trance.
Respiro.
Le doy al REC.
Entro al espacio.
Me coloco y empiezo a escuchar.
Respiro.
Observo, me observo.
Me planteo cómo me afectan las experiencias de los dos últimos años.
Cómo me atraviesan, quién soy ahora, cuál es mi materialidad.
Busco reconocerme, pero es como si fuera la primera vez que me acerco a mi cuerpo.
Mi volumen comienza a aumentar poco a poco.
Entro en la dimensión energética, en esa que contiene al cuerpo.
Un estado abierto en el que percibo dentro y fuera a la vez.
Comienzo a moverme.
No pienso, ejecuto, pero con dulzura.
Siento cada detalle de mi cuerpo.
Y, simultáneamente, siento su expansión mucho más allá de la piel.
Lejos, ocupo todo el espacio.
Aunque la cámara sea incapaz de registrar eso.
Soy en mí, pero no percibo ninguna separación con el resto.
Cuanto más adentro, más lejos también, como si fuera una antena que todo lo capta.
Todos los cuerpos en mi cuerpo.
Sigo moviéndome.
Estoy atenta a lo que hago, pero no lo determino.
Lo escucho.
Lo fluyo.
Lo toco.
Lo lamo.
Subo un brazo, desplazo el peso y me deslizo hacia un lado.
Llego a otro sitio, descubro otra cosa.
La continúo y me desprendo de ella.
Estoy.
Estoy en el movimiento.
Encuentro y recuerdo algunos patrones, pero ya no son lo mismo.
Son otras formas en las mismas formas.
Transito las preguntas, no es mi intención responderlas.
Cada juego se permite llegar hasta el final.
Y, cuando termina, se abre el potencial de lo por venir.
Entonces, se enfoca la atención en algún otro punto del cuerpo.
¿Por qué ahí?
No existe una respuesta.
Ni tan siquiera tiene cabida la pregunta.
Las acciones simplemente son hechas.
Aunque la conciencia sea total, o justamente por eso, no hay porqués.
No hay razones.
Son acciones.
Con su significado implícito y, a la vez, despojadas de todo simbolismo.
Afectos.
Memorias archivadas caóticamente que surgen y se desvanecen.
Rituales.
Tan sagrado y tan profano.
Tan espiritual y tan terrenal.
…
De repente, termina.
Sin melancolía ni ansiedad.
Salgo del espacio.
Le doy otra vez al REC.
Respiro.
Ejercicio de escucha colectiva
Primero se realizan 3 ejercicios cortos, de 2 minutos de duración cada uno. Para hacerlos, cierra los ojos y coloca la punta de la lengua en el paladar, justo detrás de los dientes, lo que facilita la activación de la glándula pineal. Cuando está activa, los dos hemisferios del cerebro mejoran sus conexiones, lo cual genera un mejor funcionamiento del mismo y la confluencia de las áreas separadas.
La primera pauta es estar contigo mismx, saludarte, sentirte, ver cómo estás.
La segunda consiste en sentir todo el cuerpo al mismo tiempo, sin hacer un escaneo, sino todas las partes a la vez.
El tercer ejercicio sirve para sentir desde tu cuerpo el resto de cuerpos del grupo. Sentir la conexión energética entre todas las personas participantes.
A partir de ahí, una persona (o más) realiza una danza, extremadamente lenta.
Mientras se realiza esta danza, el resto de participantes se sitúa en un círculo (a ser posible) e intenta escucharla con todo el cuerpo, así como a todo el grupo.