Sala 103.10
El trabajo de Dora García es resultado de una prolongada investigación alrededor de la construcción de la ficción y los mecanismos de representación de lo real. Heredera de las prácticas conceptuales, la obra de García posee una evidente dimensión narrativa derivada del interés de la artista por escritores como James Joyce, Robert Walser o J. G. Ballard, dramaturgos como Antonin Artaud o Samuel Beckett, y psicoanalistas y psiquiatras como Oscar Masotta, a quien homenajea en el filme Segunda Vez (2018).
El largometraje Segunda Vez toma su título del relato homónimo de Julio Cortázar, escrito en 1974, que cuenta la mecánica represora del drama de los desaparecidos detenidos por el terrorismo de Estado en Argentina y explora las posibilidades de representación de la violencia gubernamental en la escritura. En su versión, Dora García indaga en los mecanismos de aproximación a lo real desde la escena a partir de técnicas de alienación y distanciamiento, próximas al teatro de Bertolt Brecht, que revelan los artificios y la mecánica de la literatura dramática, otorgando un papel activo al espectador.
La película de García emplea como hilo conductor el pensamiento del argentino Oscar Masotta, fundador de la escuela freudiana e introductor de las teorías lacanianas en Argentina, México y Barcelona, donde falleció en 1979. Fue una rara avis, por la divergencia de su pensamiento y la incidencia de este en el campo político, así como por sus intervenciones dentro de la vanguardia artística, un trabajo a contrapelo y poco conocido que se está comenzando a revisar estos últimos años. En esa posición marginal y disidente derivada de trabajar fuera de la norma y en los límites de la institución, no necesariamente fuera de ella, también opera la obra de Dora García.
Segunda Vez es una cinta formada por cuatro cortometrajes, o capítulos, en los que García desgrana la poliédrica e inabarcable figura de Masotta, sobre todo su práctica artística y activista como estudioso de los medios de comunicación de masas y como autor de happenings y antihappenings, que reclamaba como fundamentales en el activismo político. En cada uno de los cortos replica los happenings de Masotta, en los que la posición de la audiencia juega un papel central, para grabar esas duplicaciones. En el primer episodio, El helicóptero, repite y filma en el País Vasco el happening del mismo nombre que Masotta realizó en 1967 en Buenos Aires, en el que los participantes se dividieron en dos grupos para, una vez finalizado el evento, compartir oralmente las distintas experiencias: un grupo asistió a una serie de happenings en el teatro mientras el otro aguardaba sin que ocurriera nada, hasta que finalmente pasó un helicóptero con una actriz famosa. En el segundo, Para inducir el espíritu de la imagen, repite y graba, de nuevo en Buenos Aires, hace cincuenta años, una de las acciones más controvertidas de la escena argentina de los años sesenta, en la que Masotta pagó a un grupo de actores para que se comportasen como indigentes sobre el escenario mientras el público del Instituto Di Tella los observaban. El tercer episodio, Segunda Vez, filmado también en la capital argentina, es una adaptación del relato del mismo nombre de Julio Cortázar y una improvisación actoral que narra, a partir de conversaciones repetidas, cómo funcionaba el terrorismo de Estado en la argentina de la dictadura. El film se cierra con La Eterna, cortometraje que, a modo de epílogo, convoca en una biblioteca de Lovaina a un grupo de personas vinculadas a la performance, al psicoanálisis y a la política para que analicen la obra de Masotta y conceptos presentes en ella como la metaficción o la repetición.