Sala 103.03
Desde 1985, el precio de la vivienda en España experimentó un crecimiento continuado solo interrumpido por la crisis de 2008. Durante el boom inmobiliario, la construcción pronto se convirtió en el sector económico más importante del país. La corrupción urbanística generalizada y la urbanización y consecuente degradación del territorio influyeron de manera decisiva en manifestaciones culturales y estructuras sociales de la España contemporánea, como retrataran Rafael Chirbes y Bigas Luna. La Comunidad Valenciana fue uno de los territorios que más sufrieron las secuelas de la burbuja, con efectos irreversibles sobre los ecosistemas locales y los tejidos asociativos de las ciudades. La oposición a este tipo de urbanismo depredador fue capitaneada por redes de resistencia vecinales, que cobraron especial fuerza en la ciudad de Valencia. Los arquitectos, mientras tanto, empezaron a mostrar una creciente fascinación por la forma urbana densa y los procesos sociales que estas mismas lógicas urbanísticas habían propiciado en Benidorm.
Una de las aproximaciones más tempranas al fenómeno de la burbuja y su impacto en la cultura y sociedad españolas contemporáneas fue la película Huevos de oro (1993), de Bigas Luna. En ella, el director recurre a la figura de un constructor que se enriquece durante el primer ciclo del boom, Benito González (Javier Bardem), para explorar la conexión entre las masculinidades clásicas españolas —el mito del macho ibérico— y la euforia por las edificaciones verticales que transformará por completo el litoral español durante los noventa. Algunas escenas de la película tienen lugar en la imponente estructura en construcción del Grand Hotel Bali (1988-2002) de Benidorm, del arquitecto albaceteño Antonio Escario. Si Benidorm ejemplifica durante los ochenta y los noventa el símbolo de la explotación urbanística de la costa, su densidad —representada por el singular skyline de la ciudad— será, a partir de la década de 1990, objeto de fascinación disciplinar, con propuestas como la de Federico Soriano y Dolores Palacios para el Concurso del Centro Cultural de Benidorm de 1996, o el estudio sobre el turismo en el Mediterráneo español, realizado en 1998 por la oficina de arquitectura holandesa MVRDV y los estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Internacional de Catalunya. Ambos proyectos recuperaron las investigaciones sociológicas y espaciales de Benidorm realizados por Mario Gaviria, José Miguel Iribas, Françoise Sabbah y Juan Ramón Sanz Arranz durante los setenta.
Entre 1991 y 2015, Valencia es también el escenario de grandes operaciones especulativas, en una apuesta de la administración municipal por convertir la capital en una marca global. Eventos como la Copa América de vela (2007 y 2010) o la disputa del Gran Premio de Europa de Fórmula 1 en el circuito urbano de la ciudad (de 2008 a 2012) fueron la excusa para la construcción de faraónicos equipamientos, como la Ciudad de las Artes y las Ciencias o la Marina Real Juan Carlos I, y para la ejecución de planes urbanísticos que incluyeron la transformación del puerto en una de las zonas de actividades logísticas portuarias más grandes de Europa, la urbanización parcial de L’Horta y el derribo de tejidos urbanos históricos como el barrio de El Cabanyal. Arquitectura y urbanismo resultaron clave en algunos procesos de exclusión de esos eventos, como documenta el fotógrafo Alejandro S. Garrido. Este urbanismo depredador encontrará su oposición en una red de movimientos de resistencia vecinal y otras iniciativas en solidaridad con los afectados por esas actuaciones, cartografiada por el artista Rogelio López Cuenca en 2015.