Sala 429
Los llamados Encuentros de Pamplona podrían definirse como un festival de arte de vanguardia, celebrado en la capital Navarra en el año 1972, que pretendía mostrar lo mejor del arte experimental nacional e internacional, donde se pusieron en diálogo la música, el cine, la poesía, la arquitectura, el diseño y las artes visuales. Organizado por artistas, Luis de Pablo (Grupo ALEA) y José Luis Alexanco, como principales responsables intelectuales y financiado en su práctica totalidad por capital privado (Grupo Huarte), escapó por completo del aparato de censura del franquismo.
Considerado el evento de arte público de mayor escala y trascendencia de la España tardofranquista, no estuvo exento de contradicciones. Fue un festival que participó de la corriente internacional que pretendía disolver el arte en la vida, por lo que la mayoría de las manifestaciones artísticas allí presentadas asumieron un carácter efímero y procesual. Con una vocación internacional, pero a su vez arraigada en el contexto local y popular, se dieron cita la vanguardia foránea —representada por autores como John Cage, Martial Raysse, Lily Greenham, Alain Arias-Misson, Steve Reich o Laura Dean, entre otros muchos—, junto a manifestaciones musicales populares como los cantos vietnamitas de Trân van Khê, el flamenco del grupo gitano de Morón o el sonido de la Txalaparta vasco-navarra.
Se dio protagonismo a las tendencias más experimentales y minoritarias del arte español y se mostraron las últimas manifestaciones de la poesía visual, sonora y de acción, arte conceptual, videoarte, arte informático, plástico y musical, música electrónica, minimalista y de acción, así como cine experimental y vanguardias históricas. Más de 350 artistas ocuparon la totalidad de la ciudad, tanto sus instituciones culturales, como el espacio público del centro y la periferia, donde se instaló una arquitectura efímera de cúpulas neumáticas, diseñada por el arquitecto José Miguel de Prada Poole. Junto a los artistas, los asistentes venidos principalmente de diferentes rincones de la Península y del resto de Europa, transformaron la ciudad durante ocho días, ante la estupefacción de la sociedad navarra y las autoridades franquistas.
Los Encuentros se situaron en el inicio de un viaje artístico que ubicó a Pamplona en la ruta del Festival de Spoleto, la Documenta 5 de Kassel y la XXXVI Bienal de Venecia. La integración de España dentro del radar internacional del arte más vanguardista constituyó un hecho inédito y único pues, aunque nacieron con esa vocación, los Encuentros nunca llegaron a repetirse. Los motivos fueron muy variados, pero en el corazón estuvieron las numerosas contradicciones que marcaban la situación política y artística de aquel entonces. Durante su desarrollo se sucedieron diversas acciones ajenas a lo artístico, como la explosión de varias bombas de ETA (sin daños personales) o el ataque anónimo a la cupulas neumáticas, que terminaron por desinflarse.
Un desinflado que pudiera servir de metáfora del progresivo desvanecer de una serie de corrientes del arte conceptual, que tuvieron en los Encuentros su fiesta celebratoria, pero que poco tiempo después fueron desplazadas por una vuelta a la pintura y un renacer del mercado del arte.