Sala 205.01
La arquitectura española se incorporará a la vanguardia europea gracias a los trabajos de un grupo de jóvenes arquitectos que exigirán a sus obras «higiene, solidez, “confort”, racionalidad, economía; todo, menos decoración», como señala uno de ellos, José Manuel Aizpurúa, en un artículo publicado en La Gaceta Literaria en marzo de 1930. En octubre de ese mismo año, en Zaragoza, se reúnen para redactar las actas fundacionales de lo que será el Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC).
Debemos remontarnos algunos años atrás para entender los factores que favorecieron que se constituyera este grupo cuyas obras eran reflejo de la regeneración arquitectónica que viviría nuestro país. Así, los contactos con la vanguardia internacional que tejieron Fernando García Mercadal, José Manuel Aizpurúa o Luis Vallejo a partir de su participación en las reuniones del CIRPAC (Comité Internacional para la Resolución de los Problemas de la Arquitectura Contemporánea) y del CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) en 1928 y 1929 fueron determinantes para consolidar la apuesta firme a favor de la arquitectura racionalista. También las exposiciones jugarán un papel importante en la difusión de esta nueva manera de construir. La Exposición de Artistas Vascos (San Sebastián, 1928), la Exposició d’Arquitectura de las Galerías Dalmau (Barcelona, 1929) y la Exposición de Arquitectura y Pintura Modernas (San Sebastián, 1930) serán escenarios donde se refleje el camino inequívoco por el que se dirigía la arquitectura de vanguardia española.
Con estos antecedentes, en octubre de 1930 se funda oficialmente el GATEPAC en el Gran Hotel de Zaragoza quedando organizado en tres subgrupos geográficos: el Grupo Norte, el Grupo Este y el Grupo Centro. Entre los acuerdos que se tomaron en esta primera reunión fundacional destacan dos: la adhesión al CIRPAC y el compromiso de publicar la revista AC (Documentos de Actividad Contemporánea).
La proclamación de la II República abrió la posibilidad para que estos arquitectos pudiesen trabajar para las nuevas instituciones. De este modo, la vivienda masiva que mejorase las condiciones habitacionales existentes; las escuelas, las bibliotecas o los museos que favoreciesen el acceso a la educación y el desarrollo cultural de la sociedad; o los hospitales que garantizasen el acceso a la sanidad, se desvelaron rápidamente como los equipamientos que necesitaba con urgencia el país y que serían la garantía para dotar a las ciudades de una nueva dimensión formal y ética.
Pero no solo se trataba de modificar la imagen de la ciudad; sino que se buscaba introducir en su planificación los ideales de la nueva arquitectura: el higienismo, los nuevos sistemas constructivos, los nuevos materiales, la organización racional o la eliminación de toda traza historicista. Como ejemplos de esta nueva concepción de la planificación urbana debemos destacar, por un lado, el llamado Plan Maciá, elaborado por el Grupo Este en colaboración con Le Corbusier y Pierre Jeanneret para ordenar el crecimiento y la reforma interior de la capital catalana dando un paso más en la evolución dada por Cerdá en el siglo XIX. Y junto a la ciudad en la que se reside habitualmente, idean una nueva destinada al reposo y vacaciones (Ciutat de Repòs i Vacances) que será la otra gran aportación del núcleo catalán en materia de planificación urbana. Esta vez, dirigirán el foco hacia el tiempo libre planteando un gran complejo vacacional al otro lado de la desembocadura del Llobregat en el que la zona habitacional se configuraba a partir de casetas desmontables y ampliables.