Sala 207.01

La neutralidad de España durante la Primera Guerra Mundial convirtió a la ciudad de Barcelona en un espacio propicio para el encuentro intelectual, el intercambio económico y el debate político. Cercana a Francia, la ciudad casi duplicó su población durante los años del conflicto e impulsó así la expansión urbana burguesa que había arrancado con la creación del Ensanche. Los dos bandos que se agitaban en la contienda encontraron allí un espacio donde desplegar sus posiciones; ese fue el sentido de la Exposición de Legionarios organizada en 1917 en apoyo a los voluntarios españoles en el bando aliado, donde a la sátira política de las caricaturas que presentó Lluís Bagaría se unió la denuncia de Daniel Vázquez Díaz del impacto de la guerra en la población civil. Pero la ciudad sería también el escenario pacífico de otro debate abierto en toda Europa en el marco cultural: mientras los Ballets Russes de Serguéi Diáguilev desembarcaban en la ciudad desplegando un nuevo clasicismo que aproximaba la vanguardia a la alta cultura, el histórico combate entre el dadaísta Arthur Cravan y el boxeador Jack Johnson recibía una atención mediática inusitada, reflejo de la existencia de estratos sociales con intereses menos elevados en el ámbito del espectáculo y también del avance del nihilismo Dadá durante el conflicto bélico.

Este ambiente propició, a partir del 7 de agosto de 1914, fecha del anuncio de la neutralidad española en la guerra, la llegada de exiliados, pacifistas y artistas que aportaron cosmopolitismo e intensidad a la escena cultural y a la vida nocturna de Barcelona: creadores que declinaron el cubismo, como Olga Sacharoff, Francis Picabia, Marie Laurencin o los matrimonios Gleizes y Delaunay, se asentaron en la ciudad. Los artistas y poetas locales más radicales se hacían eco de esa efervescencia cultural y de un estallido de la edición y las artes gráficas, que les brindó espacio para publicar sus trabajos en revistas como Enemic del Poble, dirigida por Joan Salvat-Papasseit, o Troços, dirigida por Josep Maria Junoy.