Grelots roses, ciels en lambeaux (Cascabeles rosas, cielos en jirones)

René Magritte

Lessines, Bélgica, 1898 - Schaarbeek, Bélgica, 1967

Uno de los principales elementos que puebla las obras de René Magritte es el cascabel, un icono recurrente en su producción, que evoca de forma misteriosa la infancia del pintor y que posteriormente pasaría a integrar el conjunto de elementos simbólicos de su obra. Grelots roses, ciels en lambeaux (Cascabeles rosas, cielos en jirones), 1930, es una de las pinturas en las que Magritte incluye este símbolo, junto con otro de sus motivos preferidos, las nubes. Como en otras de sus pinturas en las que aparecen también estas «campanas mudas», los cascabeles flotan materialmente en el aire ocupando la mitad del cuadro, desprovistos de su peso, función y escala habituales, lo que les proporciona una apariencia irreal, en la que radica su potencia onírica. A ello contribuye también la técnica utilizada, de precisión casi fotográfica, que parece congelar la imagen en el tiempo y el espacio.
La otra mitad de la escena –la pintura está dividida en dos zonas exactamente iguales– está ocupada por un cielo repleto de esponjosas formaciones de nubes, que contrastan con la majestuosa rotundidad del espacio poblado de esféricos cascabeles. La diferencia cromática –azul encendido para el fondo nuboso y salmón eléctrico para el espacio en que se recortan los cascabeles– contribuye a la sensación general de desconcierto e inquietud que emana del cuadro, como corresponde a las más logradas visiones surrealistas.

Paloma Esteban Leal

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