Autorretrato

La escultura que Daniel González produjo en París en los años veinte y primeros años treinta se enmarcó en una línea de renovación moderna del realismo, paralela a otras búsquedas de escultores internacionales. En 1919, González llevó a cabo su segundo y definitivo traslado a la capital francesa, donde realizó la totalidad de su obra madura hasta 1931. Allí modeló depurados retratos basados tanto en el sentido sintético de la obra del escultor vasco Francisco Durrio, con el que compartió estudio en París, como con la capacidad de invención formal, dentro del marco de la figuración, de la escultura de Henri Matisse. La sobriedad y pureza del contorno está relacionada con una temprana absorción de las poéticas del «retorno al orden» del período de entreguerras y es representativa de una cierta vuelta a la realidad por parte del cubismo. En ese sentido, la escultura de González, en cuanto alimentada por modelos realistas y de vanguardia, es comparable al realismo moderno de escultores como Jacques Lipchitz. A pesar de que la familia de Daniel González fue represaliada tras la Guerra Civil, el bronce Autorretrato ingresó en las colecciones del Estado, como parte de la colección de Museo de Arte Moderno de Madrid, en la temprana fecha de 1947.

Carmen Fernández Aparicio