Procesión de la muerte

José Solana (José Gutiérrez Solana)

Madrid, España, 1886 - 1945

El Solana macabro, atraído por la parca y sus irreversibles efectos, tiene su mejor ejemplo en La procesión de la muerte. Emiliano M. Aguilera, estudioso de la obra del pintor, afirma al referirse a este tipo de representaciones, que José Gutiérrez Solana acusa la impronta de las macabras escenas de Brueghel el Viejo, Holbein el joven o Durero (Ritter, Tod und Teufel [El caballero, la muerte y el diablo]). Pero cabría añadir que a quien rinde homenaje aquí Solana sobre todo es a una cierta tradición hispánica no menos macabra y encarnada básicamente en las vanitas de Valdés Leal. Las imponentes composiciones barrocas ejecutadas con el fin de recordar al espectador la fugacidad del tiempo –tempus fugit– y la inminencia de la muerte, renacen en composiciones como esta impactante procesión o en otras similares del pintor: La guerra (1920), El espejo de la muerte (ca. 1929) o El osario (1931), una de sus más curiosas aportaciones iconográficas.
El magnetismo que sobre Solana ejercían este tipo de escenas queda patente en el relato incluido en las páginas de su España negra, al describir el hallazgo, en una de las salas del Museo de Escultura de Valladolid, de un esqueleto del escultor Gaspar Becerra sobre cuyos descarnados huesos se retorcían multitud de gusanos.

Paloma Esteban Leal

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